En Sinaloa, la violencia estalló de manera sorpresiva, convirtiendo a Culiacán en una zona de guerra con cadáveres tirados al costado de la carretera, tiroteos en barrios de clase alta, camiones con remolque incendiados en la autopista y personas sacadas de sus vehículos por hombres armados a plena luz del día.

La causa de esta escalada de violencia se remonta a una traición dentro del Cártel de Sinaloa, una de las organizaciones criminales más poderosas del mundo. Ismael “El Mayo” Zambada García, líder de la organización, fue engañado por el hijo de su antiguo aliado, secuestrado y luego obligado a subir a un vuelo hacia Estados Unidos, donde fue arrestado por las autoridades del país vecino.

Zambada describió la traición en una carta difundida por su abogado, relatando cómo fue emboscado y secuestrado por un hijo de Joaquín Guzmán Loera, El Chapo, cofundador del cártel. Esta traición ha desencadenado una sangrienta lucha entre dos facciones rivales dentro de la organización, desestabilizando la región de Sinaloa y llevando a Culiacán al borde del caos.

Líderes empresariales de la ciudad estiman que las pérdidas económicas causadas por esta guerra interna en el cártel ascienden a cientos de millones de dólares, impactando no solo en la seguridad de los habitantes, sino también en la economía local.

«No es la primera vez que las familias de los capos se traicionan mutuamente. Las tensiones han estado latentes entre ambos bandos desde que El Chapo fue capturado y juzgado en un tribunal federal de Estados Unidos», explicó el gobernador de Sinaloa, Rubén Rocha Moya, en entrevista reciente. «El gobierno no está para nada sobrepasado, al contrario, cada vez estamos mejor posicionados para enfrentar la violencia», agregó.

Sin embargo, a pesar de las declaraciones del gobernador, los residentes de Sinaloa viven aterrorizados por la creciente violencia que ha invadido las calles. Un toque de queda autoimpuesto se ha establecido en la región, con padres que se niegan a enviar a sus hijos a la escuela por miedo a los tiroteos. Incluso los funcionarios electos no están a salvo, ya que dos alcaldes locales fueron obligados a bajarse de sus vehículos y les robaron sus autos por hombres armados el lunes pasado.

La economía de Sinaloa se encuentra paralizada debido a la creciente violencia, muchos empleados han dejado de presentarse a trabajar y las empresas han reducido sus horarios o suspendido sus operaciones por completo. Culiacán, ya ha sufrido pérdidas por cientos de millones de dólares, según reportan los líderes empresariales.

Con más de 140 personas asesinadas en tan solo un mes, las autoridades temen que la violencia pueda extenderse pronto por todo el país, aumentando los riesgos para la nueva presidenta de México, Claudia Sheinbaum. «Estamos en un momento crítico», expresó Eduardo Guerrero, analista de seguridad de la Ciudad de México. «Si no detienen pronto lo que está sucediendo en Sinaloa, se volverá inmanejable«.

En un intento por restablecer el orden, el gobierno federal envió 1.100 soldados a patrullar las calles y el ejército confiscó las armas de la policía municipal de Culiacán, una medida que refleja la preocupación por la colusión entre el cártel y los oficiales locales.

Durante el gobierno del expresidente Andrés Manuel López Obrador, se intentó evitar enfrentamientos directos con grupos armados en un esfuerzo por limitar el número de víctimas en masa. Sheinbaum ha prometido continuar con esa estrategia.

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