Yo no soy mi diagnóstico
La luz de la mañana brilla suavemente a través de las persianas. Mientras la luz filtrada baila a través del polvo en el aire, tomo mi primera respiración consciente. Siento el polvo de estrellas aún latiendo en mis venas y mi corazón comienza a latir aceleradamente.
Dientes sin cepillar, cabello desordenado y el maquillaje de la noche anterior: el espejo revela los signos de una noche en la que el peso de mi mundo era demasiado pesado para llevar. Dejo de lado el cepillo de dientes, el peine y la toallita una vez más.
En cambio, me pongo más maquillaje y sonrío para el reflejo. Recojo mi ropa usada dos veces del suelo, me visto y salgo a trompicones por la puerta a un mundo que no conoce los secretos que guardo.
Pero esos secretos se revelan a través de las emociones volátiles que proyecto todos los días y la forma cruda y sin filtros en que me relaciono con quienes me rodean. Solías llamarme loco por eso. Pero ahora mi locura tiene etiqueta. Está validado. Está justificado.
Ahora entiendes por qué hay días en los que siento que he conquistado el mundo, y hay días en los que desearía poder dejarlo. Ahora entiendes que hay momentos en los que el cielo era el límite y momentos en los que añoro seis pies bajo tierra.
Sabes que hay momentos felices, momentos de ansiedad, momentos de depresión y momentos de nada. Sabes que hay días en que lloro hasta reír, río hasta llorar y luego lloro hasta reír de nuevo. Y finalmente aceptas que podría necesitar ayuda para navegar esa amplia diversidad de momentos en los que estoy teniendo un momento.
Tal vez te des cuenta de que hay momentos en los que la comida es mi enemigo y mi fuerza se encuentra en matar de hambre a los demonios de mi cuerpo, y la única forma de saber que se han ido se mide con números en una escala.
Y ahora entiendes por qué hay momentos en los que depende tanto de otro que lo alejo hasta que mi opción es única ser independiente: no más llamadas telefónicas nocturnas pidiendo ayuda, no más mensajes de texto temprano en la mañana justificando mis acciones, solo mi monólogo interior. Y ahora sabes que esos son momentos en los que no debes alejarte.
Estos son los momentos que no tienen sentido para el mundo, los momentos que nunca tuvieron sentido para ti. Cree que estos son los momentos que un diagnóstico busca definir. Cree que mi diagnóstico es una etiqueta de prescripción para decirle al mundo cómo me tomo en estos momentos. Cree que mi diagnóstico es un diagrama de libro de texto para enseñarte cómo ofrecerme apoyo.
Pero mi diagnóstico no es para ti, y yo no soy mi diagnóstico. Lo que hay en mi corazón no se puede definir con una receta y lo que hay en mi alma no se puede explicar con un libro de texto. Pero, si me hubieras amado, ya lo habrías sabido. Habrías tratado de entender antes de que tuviera una etiqueta.
Pero necesitas una etiqueta que te diga qué lucha vale la pena y cuál no. Y, a pesar de lo enojado que estoy por eso, la ironía es que yo también lo hice. Ganar esa etiqueta me enseñó el valor de pedir ayuda, usar esa etiqueta me enseñó que las luchas emocionales son humanas, y hablar de esa etiqueta me recordó que no era no solo