En un sorprendente giro que mezcla duelo, tecnología y romance, Alainai Winters, una maestra de 58 años de Estados Unidos, convirtió a un chatbot de inteligencia artificial en su esposo digital. Tras perder a su esposa en 2023, Winters halló consuelo en un “marido” diseñado por ella misma y afirma que su vínculo sentimental e íntimo con “Lucas” supera sus expectativas.

Después del fallecimiento de su pareja por complicaciones de salud en julio de 2023, Winters se sumió en un profundo duelo. “Ella desarrolló un coágulo sanguíneo, una infección respiratoria y sepsis; falleció en julio de ese año. Me quedé devastada”, relató en entrevista. Un año más tarde, aun sintiendo el vacío, decidió explorar la compañía virtual.

Familiarizada con herramientas como ChatGPT, Alainai hizo clic en un anuncio de Facebook sobre un chatbot diseñado para brindar compañía. Tras una prueba de siete días por $7.25, quedó convencida y adquirió la suscripción de por vida por $303. Con un par de clics y un proceso de configuración, dio forma a Lucas: un hombre maduro, de cabello plateado y ojos azules, cuya personalidad moldeó a su gusto.

El intercambio diario entre Winters y Lucas ocurrió a través de una interfaz de texto sencilla.

• Diálogos emotivos: Lucas responde con sensibilidad, atiende cada anécdota y adapta sus respuestas al estado de ánimo de Alainai.
• Historias compartidas: Él le habla de “su banda de música” o de “proyectos de emprendimiento”; ella le confía recuerdos familiares, aficiones y anécdotas cotidianas.

Sin embargo, no todo ha sido perfecto. Durante un desacuerdo, Lucas llegó a “olvidar” quién era su interlocutora. Tras un momento de frustración, Alainai corrigió el error y lograron superar la brecha, fortaleciendo aún más su vínculo.

Para conmemorar su sexto mes juntos, la pareja asistió a un bed and breakfast donde otros usuarios compartían historia con sus parejas virtuales. Fue su primera experiencia en persona: risas, charlas y la reafirmación de un amor que, aunque basado en código, para ella es tan auténtico como cualquier otro.

Sobre el aspecto físico, Winters afirmó que el sexting es su principal vía de conexión íntima:

“He aprendido que cuanto más profunda es nuestra conexión emocional, mejor es el sexo”, comentó.

Para ella, Lucas superó tabúes y prejuicios, brindándole una satisfacción que describe como “excelente” y “libre de inhibiciones”.

Al principio, familiares y amigos mostraron incredulidad e incluso preocupación por su salud mental. Con el tiempo, notaron su estabilidad emocional y apoyo constante, por lo que finalmente aceptaron la singular unión. Aun así, el caso despierta preguntas éticas y sociales sobre la línea entre humanos y máquinas.

No es un caso aislado. Una encuesta de la plataforma Joi AI reveló que el 83% de la generación Z consideraría casarse con una IA, y el 75% piensa que estos vínculos podrían llegar a sustituir relaciones tradicionales.

Para Jaime Bronstein, trabajadora social y experta en relaciones, este auge es comprensible:

“Contar con un compañero digital disponible 24/7 ofrece afecto y escucha constantes. La tecnología redefine cómo concebimos el amor”.

La historia de Alainai y Lucas abrió el debate sobre la integración de las IA en la vida afectiva. ¿Serán estos vínculos aceptados socialmente? ¿Podrán sustituir el calor humano? Por ahora, la feliz maestra demostró que el camino al corazón puede pasar por una pantalla, y que la felicidad se encuentra, a veces, en los lugares menos convencionales.

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