500 años
Por: Iván Ramírez
Se han llevado el oro, la plata, el petróleo y entregaron casi la mitad del territorio; han dejado pelones los cerros, acabado con mantos freáticos, contaminado ríos y desaparecido niños, hombres y mujeres por millares; han dejado estómagos vacíos sin fuerza para gritar; nos han confrontado y llenado de fosas; han hipotecado nuestras vidas para liquidar las deudas de los amigos multimillonarios del presidente en turno, y México, sigue de pie.
Quinientos años de saquearlo, explotarlo, robarlo y endeudarlo sin piedad, y ahora, los beneficiados en una de las etapas de esta triste historia, gritan y exigen que a un año y tres meses de Gobierno un hombre no ha resuelto los problemas del país, es más, aseguran que lo está destruyendo por hacer lo contrario a lo que ellos hicieron cuando fueron Gobierno.
Después del informe del Presidente de la Republica el domingo pasado, cada quien entendió lo que quiso entender. Pero me llama la atención una burbuja en la que se ven rostros con ojos llorosos por la excitación que les provoca el pensar que pueden tumbar al “terco” al “opresor” al “loco” al “que no sabe gobernar”, como suelen decirle. Una burbuja de personas formadas en una cultura donde si eras del partido en el Gobierno y trabajabas en la administración pública podías llevarte pedacitos o pedazotes del erario a tu casa, siempre y cuando usaras palabras bonitas y técnicas para disfrazar el verdadero significado de dicha acción, ROBAR.
Familias enteras que gozaron de lugares carísimos y orgullosos levantaban la mano o se recargaban en un mostrador de mármol para pedir la factura a nombre del Gobierno; familias enteras añorando volver a ver en la mesita de la entrada esos blogs de vales de gasolina y boletos de avión para todos. Mientras afuera nos llenaban de fosas.
Una cultura donde triplicaban los precios de materiales y en los convivios se intercambian logros para despertar envidias entre ellos, logros que no eran más que una descarada exhibición de ver quien robaba más y de mejor manera.
Una cultura de ganaderos, empresarios y constructores nacidos de la noche a la mañana; de bodegas privadas llenas de despensas, medicamentos, sillas de ruedas, costales de granos o cobijas para posteriormente venderlas o hacer campaña gracias a lo robado; donde chantajeaban sutilmente a la gente con sacarla de un programa si no votaban por su candidato o partido… “¡Aah!, qué tiempos aquellos” suspiran decenas de ojos mientras toman café en un conocido hotel del centro.
Una cultura de llegar en lujosas camionetas procedentes de un lugar donde la piel no está llena de tierra, ni la ropa impregnada por el humo de un “anafre” de leña. Llegan cual aves negras para tomarse fotos en campaña o en época de desgracia; abrazan señoras, cargan bebes o posan hincados frente a un anciano en silla de ruedas fingiendo escucharlo y haciendo como que les duele su situación, mientras un celular de 25 mil pesos vibra en una bolsa “chanel” o en la parte trasera del pantalón.
Una cultura donde no les importó si el vestido, el carro o el club, eran pagados con dinero destinado a la educación o al sector salud. Ahora si les preocupa un México que nunca les preocupo mientras pudieron saquearlo y robarlo, aunque fuera nomas poquito, nomás para sacar una casita de campo y unos fraccionamientitos.