Por: Gilberto Jiménez Carrillo

El título del artículo que el lector del Órale! Qué Chiquito comienza a leer, intenta ser una analogía o parodia de aquella famosa canción conocida como “el mión”, que en sus primeras estrofas dice: Arriba de un cerro mataron a un hombre de esos que en la noche se salen a miar, quien iba a pensar, quien iba decir que por una miada lo habían de matar. Como buitres rapaces en busca de carroña, elementos de protección ciudadana o vialidad que para el caso es lo mismo, se agazapan abajo del puente negro en espera de víctimas. No se sabe a qué hora porque lo mismo se instalan en la mañana que a medio día y durante la tarde. Cada vez que se instalan ahí los “mordelones”, los que transitan por abajo del puente para ir a trabajar, tienen miedo de caer en sus garras. Y es que no hay escapatoria, pues como si fuera un operativo de inteligencia militar de West Point, tres patrullas, dos motociclistas que en nada se parecen a Pedro Infante y a Luis Aguilar, más una grúa y una camioneta de tres toneladas con plataforma, están al acecho para infraccionar, llevarse vehículos y hacerse de la vista gorda a cambio de su respectivo billete de a doscientos para arriba, esto según sea el crimen de lesa humanidad que cometen los que tienen la mala suerte de circular abajo del puente negro para ir a trabajar.

En un lapso de dos horas, los preventivos, que lejos de prevenir se comportan como discípulos de Ali Babá, hacen de las suyas y se van. En tan solo 120 minutos decomisan de ocho a 10 motos a conductores que les faltan las placas, no llevan su casco o traen escape ruidoso. A estos ciudadanos que reparten comida para sobrevivir, o son cobradores o se dirigen a sus trabajos y ganan un salario raquítico para mantener a sus familias en estos difíciles tiempos de pandemia, no les alcanza para sacar un billete de quinientos pesos para evitar que los insaciables guardianes de la Ley y el orden, les quiten su motocicleta o se lleven su vehículo. Si el objetivo principal de las instituciones de seguridad es velar por el bienestar de los ciudadanos, defender las garantías y el cumplimiento de las leyes, entonces, ¿Por qué el ciudadano desconfía de las instituciones de procuración de justicia y sobre todo de los policías? La relación cotidiana entre policías y ciudadanos depende de quién sea el que la inicie. Los policías detienen a personas para hacerles revisiones “de rutina”, para pedirles que se identifiquen, para detenerlos por delitos, para infraccionarlos cuando viajan en automóvil o motocicleta, como el caso del Puente Negro, y en el mejor de los casos para brindarles ayuda o apoyo ante una situación violenta o delictiva.

La realidad es que donde se instalan “retenes” de revisión vehicular y el automovilista adolece del documento más insignificante, pueden suscitarse situaciones que conllevan una conducta fuera de la Ley. En cuanto a los ciudadanos generalmente establecen relación con los policías para pedirles informes sobre alguna calle o dirección, solicitarles ayuda o denunciar un posible delito. Palomita blanca, piquito dorado, dile a to`los miones, que tengan cuidado si salen a trabajar circulando abajo del Puente Negro, porque los van a perjudicar, así que más vale lleven su cartilla de vacunación, un salvoconducto del Papa y sobre todo un billete de 500 pesos, porque abajo del puente asaltan a despoblado.

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