Por: Eduardo Serrano

La medición de los factores de riesgo; la evaluación de la conveniencia en la aplicación de estrategias; o la colocación de todos los elementos en la balanza, para ver hacia donde se inclina, es una práctica en el Ambiente Político que todos los actores aplican, obviamente, unos con mayor efectividad que otros. En medio del proceso concurrente, y con la visible incertidumbre ante lo que pueda ocurrir durante las horas del domingo 6 de junio de 2021, puesto que, la emergencia sanitaria mantiene acorralada a la humanidad y de ello, evidentemente tampoco se ha escapado la clase política, no hay otra alternativa para los perfiles que han vislumbrado la posibilidad de participar en la contienda electoral, que “tantearle el agua a los camotes” como coloquialmente se dice, por esa razón es notorio que en el Partido Revolucionario Institucional (PRI) están viendo y midiendo cada paso que dan, pues no hay una clara definición en las alianzas que podrían enfrentarse, ni de izquierda, ni de derecha, ni ambidiestras.

La insistencia de muchos, en relación a que el PRI está acabado, y que podría verse todavía más perjudicado a partir de que Rosario Robles suelte la sopa que ha traído atorada por meses, es un buen argumento, sin embargo, este caso no es ni el primero, ni será el último que manche la historia del tricolor, por lo que en esta situación también será evaluada por parte de Alejandro Moreno Cárdenas. En el caso particular de Durango, Luis Enrique Benítez, Roberto Padilla Márquez y Arturo Yáñez, en efecto vienen tanteando la viabilidad de la coalición con otras fuerzas partidistas, principalmente con el PAN, pero las señales que están enviando continuamente, van en el sentido de que podrían entregarle buenas cuentas a “Alito” si llegan a contender solos, dado que cuentan con perfiles competitivos aún en la adversidad, y aunado a ello, las fricciones internas en Morena, más la falta de claridad en los acuerdos con los panistas, pueden representar una importante coyuntura.

Perfiles como Esteban Villegas, Aly Gamboa, Rocío Rebollo o Ismael Hernández Deras -solo por citar algunos-, tienen amplias posibilidades de atraer votos, aún y cuando las encuestas de opinión -respecto a la marca-, indiquen lo contrario; esto se debe a una sencilla razón: La capacidad de movilización; ésta jugará un papel determinante el día “D”, y para eso, los tricolores se pintan solos. Desde luego, deberán hacer una buena “pirroncha” entre los “pudientes de la militancia” -que cada vez son menos-, a fin de no andar presentando mermas durante la campaña, quizás ahí será donde se complique el escenario, por eso, el factor “dinero” también deberá ponerse en la balanza, pues la temida austeridad inevitablemente los ha alcanzado. Sin embargo, ponderando todos esos factores y otros más con los que se topen en el camino, el PRI puede dar una interesante batalla, yendo o no en alianza.

La militancia tricolor sufrió una metamorfosis política ante las derrotas, dejando de ser el ejemplo de disciplina castrense, y sí, eso mejora su democracia, pero dificulta la construcción de acuerdos más allá de sus fronteras, factor que debe ser considerado por el mandamás en el estado. Otro detalle que no debe pasar desapercibido, es que los tiempos del calendario electoral se están cumpliendo, así que, lo que decidan en la dirigencia priista y la panista, y los demás partidos que estén negociando en la mesa, más allá del romanticismo doctrinal, -que dicho sea de paso, es respetable en algunos políticos así como incongruente es en otros-, será la base sobre la cual se defina el 2022, por lo que será fundamental que se valoren las formas, es decir, el “cómo”, el “cuándo” y el “dónde” habrá de establecerse la alianza partidista, tomando en cuenta que si se les pasan los plazos mientras le tantean el agua a los camotes, lo único que van a provocar es una percepción errónea en los electores, la cual difícilmente podrán borrar en el periodo de campaña.

Twitter: @LaloSerranoZ