Por: Eduardo Serrano

Es indudable que Luis Enrique Benítez Ojeda ha jugado estratégicamente sus piezas en el PRI, partido que dirigió en esta entidad, hasta el martes pasado, cuando, mediante una serie de enroques, cedió la estafeta de la presidencia tricolor a Rubén Escajeda Jiménez, un político colmilludo que llegó primero, de forma fugaz, a la secretaría de Organización del Comité Directivo Estatal, y ya acercándose la noche del mismo día, asumió el cargo que le tenía prometido Alejandro Moreno Cárdenas desde el pasado mes de noviembre, ya que en agosto de 2020, el propio “Alito”, le había solicitado que dejara la titularidad de la Comisión Nacional de Procesos Internos, para que fuese ocupada por Augusto Gómez Villanueva, a cambio de venirse dirigir los destinos del Revolucionario Institucional en Durango, de tal suerte que, en menos de 24 horas, entre Enrique Benítez e interesantes enroques, se dio paso a una nueva metamorfosis priista.

Rubén Escajeda ni chanza tuvo de mandar a que le enmarcaran el nombramiento de secretario de Organización, dado que, evidentemente, era necesario hacer las cosas como Dios manda, y como lo señalan los estatutos priistas, pues a estas alturas del partido y del proceso, en el tricolor no se pueden arriesgar a dejar más heridos en el camino, como es el caso de Gustavo Lugo Espinoza, quien después de 37 años de militancia, -de los cuales, por lo menos cuatro ya los había pasado bastante alejado de las decisiones del PRI-, optó por formalizar su salida, el mismo día en que Escajeda Jiménez llegaba con la llave del despacho de Domingo Arrieta, portando un bonito llavero con las siglas IHD, lo cual observó Lugo Espinoza como una “batiseñal”, suficiente para tomar de inmediato “sus chivas” e irse en busca de nuevos horizontes, no sin antes asegurar que habrá más militantes quienes cansados de que los ignoren y utilicen, dejarán las filas del PRI.

La salida de Lugo no detuvo los enroques. El cargo de secretario de Organización se otorgó para Arturo Yáñez Cuéllar, quien llega a esta función de forma previa, para encarrilarse en la ruta de la dirigencia del Comité Directivo Estatal del PRI, una vez que pase el proceso electoral y que concluya el periodo de interinato de Escajeda. En lo que respecta a los enroques de Benítez, da un paso de costado, ya que “Alito” le cumplió el acuerdo de ocupar la segunda posición en la lista plurinominal de las diputaciones locales, acompañado en la suplencia por, nada más y nada menos, que Toño Morales; de tal suerte que ambos, Enrique y Toño, deberán aprenderse muy bien la letra de aquella canción de Juan Gabriel, que hiciera todo un éxito José José, denominada “Lo pasado, pasado”, para interpretarla durante la campaña, y posar sonrientes para la foto, así como lo hicieron en el informe del Comité Municipal donde Toño, en su calidad de presidente, invitó a Benítez, y este, en su calidad de jefe estatal, acudió al evento, en buena lid.

Pudiéramos añadir otro enroque más. Se trata de Noel Fernández, “el Frijol”, dirigente estatal del Movimiento Territorial, como suplente de Ricardo Pacheco en la candidatura del 2do Distrito local, una posición solicitada directamente por Pepe Calzada, líder nacional del MT. Con ello se descarta que Jorge Herrera Castro ocupe dicho espacio, sin embargo, eso no significa que el joven priista se quede “chiflando en la loma”, por el contrario, todo indica que está por asumir una importante responsabilidad que lo mantendrá vigente en el Ambiente Político, completando de esta forma, una ronda de enroques en el tricolor, que quizás no serán los únicos que presenciemos hasta que concluya el proceso electoral. Mientras tanto, Rubén Escajeda, con la experiencia política adquirida en las “grandes ligas”, no tarda en reunirse con Verónica Pérez y Miguel Ángel Lazalde, líderes en Acción Nacional y el PRD respectivamente, y es probable que, en esa serie de reuniones, ya no salga un “Enrique”, pero, a lo mejor, sí otros enroques.

Twitter: @LaloSerranoZ