Por: Eduardo Serrano

Primer acto: Un anuncio de rueda de prensa para dar a conocer “temas relevantes” de la vida interna de Morena, donde todo apuntaba a que el presidente nacional interino, Alfonso Ramírez Cuéllar, presentaría a Rafael Palacios como “delegado con funciones de presidente” -figura rimbombante con la que se conoce a quien ocupa el cargo de mandamás morenezco-. Segundo acto: Circula un video filtrado en redes sociales, donde el propio Rafael Palacios reconoce que no aparece en el padrón de militantes de Morena. Tercer acto: El mismísimo Comité Estatal de Morena en Durango, envía un comunicado en el que alerta a sus militantes acerca del anuncio del dichoso nombramiento de Palacios, y añade que Ramírez Cuéllar carece de facultades para nombrar comités estatales, por lo que se pide a los “morenos” que estén al pendiente de la nueva convocatoria para elegir a sus representantes; ¿Cómo se llamó la obra? “Morena, entre la espada y el poder”.

Claro está, que las victorias en el Ambiente Político se escriben con lo que va marcando la secuencia de esas “fotografías del momento”, pero también, así se escriben las derrotas. Víctima de la ambición de poder de los grupos internos en el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), el morenismo duranguense continúa sin la visión sólida de una dirigencia, ya que, apenas alguien se asoma con la esperanza de tomar el poder de los órganos directivos, de inmediato se lanza la espada de los contrarios para que rueden las cabezas, y eso ha trascendido también a los nombramientos en el Gobierno federal, en el que las grillas internas han detenido el avance de personajes de la talla de Manuel Espino Barrientos. Morena ha demostrado que no necesita de la oposición, ni siquiera para acabar consigo misma. Le basta y le sobra con sus pugnas internas para limitar sus alcances electorales, pues a pesar del esfuerzo de quienes han tenido un buen desempeño, los superan las ambiciones de los grupos de poder al interior.

A la tragicomedia morenezca se le sumó la manifestación de un reducido grupo de militantes que exigió la destitución de Ramírez Cuéllar, mientras que, en otro escenario, sigilosamente comienza a aletear “El Águila”. El senador José Ramón Enríquez Herrera, quien vino a Durango a poner en marcha diversas obras en tramos carreteros, no se ha metido en las broncas de “su nueva casa partidista”, capoteando -también- hábilmente el tema de las luminarias, y señalando que “respetará” las disposiciones que acate “prudentemente” la actual administración municipal. Al tener una excelente relación con Ricardo Monreal, e impulsar el proyecto de Alejandro Rojas Durán para que dirija al Comité Ejecutivo Nacional, el exalcalde al igual que todos los de ese grupo, han permitido que la gente de Bertha Luján y Yeidckol Polevnsky se den hasta con la cubeta. “El Águila Enríquez” no va dejar que lo “cepillen” de nuevo, como lo hicieron en 2019, por eso realiza movimientos estratégicos, puesto que todavía faltas varias horas de vuelo rumbo al 2022.

Lidiar con el poder, ha sido muy difícil para los militantes de Morena. Con honrosas excepciones, quienes ejercen un cargo público, aluden en todo momento a “ya sabes quién” como referencia de que sus actos “son buenos”, o como si se tratara de una orden directa de Palacio Nacional. Defienden a capa y espada los dichos y los hechos del Presidente, aunque se contradigan entre sí, como ha sido con el polémico uso del cubrebocas. Hasta eso, todas estas situaciones son llevaderas. Lo complicado es cuando se enfrentan los unos con los otros en una pelea campal en la que todos son aparentemente del mismo “bando”, pero a la hora de la hora, emplean su “porción de poder” para atacarse sin piedad alguna, lo cual se va agudizando a medida que se acerca el proceso electoral 2021, así que, los esfuerzos de unidad de Sandra Amaya, Martha Olivia García, Cynthia Mont, Iván Ramírez y otros militantes más de ese partido, seguirán condicionados, mientras el partido exista, a los límites de la espada… y el poder.

Twitter: @LaloSerranoZ