AMBIENTE POLÍTICO… La revancha tricolor
Por: Eduardo Serrano
La desbandada de priistas que un día nutrió las filas de Morena en todo el país, de lo cual no fue ajena la sucursal tricolor en Durango, generó un daño enorme que para muchos fue considerado como irreversible, pues lo que se veía como un “monstruo electoral”, que con el “Tsunami” de AMLO acabaría sepultando al PRI, fue más bien un “Tornado” que ciertamente devastó cuanto tocó a su paso, pero la velocidad de los vientos internos también los dañó severamente en su interior. Morena se está acabando a sí mismo; se está autodestruyendo, carcomiéndose por los intereses de muchos de sus militantes, una oportunidad inmejorable para el priismo, que no se acabó ni quedó pulverizado como muchos lo esperaban. Por eso el Ambiente Político es el idóneo para jugar la revancha ante un partido que comete errores y permite que su adversario replantee la estrategia social en su reencuentro con sus propias bases.
Ante cualquier suceso errático de la «4T», de inmediato sus adversarios aprovechan el momento para irse con todo a la “yugular”, tratando de bajarlos de la nube de popularidad en la que se encuentran; sin embargo no han sido del todo efectivos. El PRI, a pesar de todo, sigue insistiendo; le ha resultado muy favorable toparse con “una tras otra” -como dijera el célebre Paco Stanley-, ya que entre los pleitos internos de Morena y las pifias de la «Cuarta Transformación», se puede ser más contundente. Al menos así lo procura Luis Enrique Benítez Ojeda, presidente del PRI en el estado, quien les exhibe desde los temas presupuestales, hasta lo crítico de la situación en materia de seguridad, a partir de la semana trágica que se vivió México, y que quizás, -porque a estas alturas no lo sabemos-, tocó fondo en Culiacán con el operativo fallido, de la estrategia de seguridad también fallida, de un estado que poco o nada le falta para acuñarse a plomo ese mismo adjetivo.
Benítez Ojeda, flanqueado por Roberto Padilla Márquez y Arturo Yáñez Cuéllar, delegado y secretario Regional del CEN del PRI, respectivamente, le recriminó al presidente López Obrador que se ha visto muy “valiente” ante empresarios y ciudadanos con su Ley de extinción de dominio o persiguiéndolos fiscalmente, pero, contrariamente “cobarde” ante la delincuencia, poniendo de rodillas al Estado Mexicano frente al narco; para el líder estatal tricolor, la decisión de liberar a Ovidio Guzmán fue la manera más repugnante de justificar su ineptitud, además que, pactar con la delincuencia, representa un acto grave de corrupción. Al margen de que sea la tónica con la que no comulgan la mayoría de los opositores a la política «cuatroteísta», el PRI no sólo está obligado a no guardar silencio, de hecho, no tiene de otra, debe ser efectivo en su estrategia de comunicación para que gane la revancha.
En nuestra entidad, ciertamente no habrá elecciones el año que entra, pero es determinante para el PRI redoblar esfuerzos para fortalecerse en su estructura; es fundamental evitar fugas de militantes y definir a los que andan de “coscolinos”, en ello evitarán que Morena recargue sus baterías, desde luego, de eso depende que la pelea en Durango siga siendo, en términos reales, sólo con el PAN. Para fortuna del blanquiazul, y tal vez más para el tricolor, algunos morenistas con sus pleitos e inconsistencias, le aportan una gran ayuda a la “causa”, pisoteando los postulados de “no mentir, no robar y no traicionar”, que un día enarbolaron junto con la lucha en contra de la corrupción para encumbrar a López Obrador, lo cual, poco a poco se les diluye entre tropiezos de partido, e incongruencias de Gobierno.