Por: Eduardo Serrano

En los procesos electorales programados para el 2021 y 2022, las dirigencias estatales de los institutos políticos jugarán un papel sumamente importante. Más allá de las definiciones de los perfiles que habrán de competir, quienes están al frente de los partidos del Ambiente Político, tienen la grave responsabilidad de mantener la unidad al interior, con la finalidad de canalizar toda la fuerza de su militancia para enfrentar la competencia electoral contra sus adversarios y darles forma a las alianzas. Al margen de las instrucciones de los órganos nacionales, la habilidad de los “jefes estatales” deberá estar a la altura del objetivo que se trace, pues evidente que el sello distintivo en casi todos los partidos, estos momentos, es la división. Lo paradójico del caso, es que al estar de moda mofarse de la división que se observa por “la paja en el ojo ajeno”, se pierde de vista “la viga en el ojo propio”.

La naturaleza de las personas, como parte fundamental en la integración de los partidos, provoca fricciones que son absolutamente normales, solo que en el PRI esta situación se agudizó durante varios años, derivando en la migración de un número importante de militantes a otras fuerzas políticas. En Durango, el PRI ha enviado jugadores a diversas canchas opositoras, siendo Morena el principal receptor, pero hay que destacar que Luis Enrique Benítez como jefe estatal del tricolor, ha detenido en la medida de sus posibilidades esa fuga de miembros; desde luego, hay grupos y personajes que permanecen en las filas priistas, que no comulgan para nada con él, pero, tarde o temprano, deberán sentarse a la mesa, y habrán de madurar la necesidad de compartir “el pan y la sal”, y por supuesto las candidaturas, pero sobre todo, definir en conjunto el grado de conveniencia de una eventual alianza con el blanquiazul.

Según Benítez, las pláticas con su homóloga en el PAN, Verónica Pérez, van caminando, cosa que deberá manejar con mucho tacto la panista, ya que al interior de su partido, no les agrada tanto la idea de “juntarse” con su “adversario de toda la vida”, sin embargo, para fines electorales, esa “unión” podría ser muy rentable, solo hay que definir el “cómo”, para que el resultado de la “suma” sea atractivo para ambos institutos políticos. Mientras tanto, Vero Pérez debe hacer lo necesario para resarcir el daño que se acumuló entre el panismo por las pugnas internas. La unidad es una nota muy tenue en el cuaderno de apuntes de la jefa estatal de Acción Nacional, en la que debe poner especial atención, de manera que se vaya calcando y recalcando entre los grupos panistas, para que todos tiren en la misma dirección, y no se vean tentados a echar a suertes en un “volado” la unidad y el futuro electoral del PAN, porque, se nota que todavía hay por ahí dos o tres, que si se llegara a lanzar la moneda al aire, desearían que les cayera “Águila”.

Finalmente, de la dirigencia de Morena no hay mucho que decir, puesto que no existe. Las disputas a nivel nacional son las que marcarán la pauta para decidir quién se queda con el control del partido y ese mismo “quien”, será “él” o “la” que ponga sobre la mesa de negociaciones, las cartas con las que se habrán de presentar en el 2021, porque las cartas del 2022, están más cantadas que las “Mañanitas” y el “Cielito Lindo”, y ahí van a saltar chispas llegado el momento. Eso no impide que los aliados de Morena mantengan la unidad al interior de sus respectivos partidos. Por ejemplo, en el Verde, Gerardo Villarreal ha logrado consolidar un instituto con un avance consistente en cada elección, lo que le da margen de maniobra para impulsar movimientos con todo el apoyo de su dirigencia nacional, y en lo que respecta al Partido del Trabajo, se le podrá criticar de todo, menos de estar dividido, y eso es un valor que los petistas saben utilizar en tiempos electorales, pues una dirigencia sólida evita muchos dolores de cabeza, aunque el partido… sufra de artritis.

Twitter: @LaloSerranoZ