Por: Eduardo Serrano

Era absurdo pensar que el caso Urzúa quedaría finiquitado sólo con una carta de despedida con fuertes señalamientos, pero sin indicar los nombres de los “señalados”. Un “zambombazo” de ese tamaño, cual sismo de enorme magnitud en la «Cuarta Transformación», obviamente tendría sus réplicas, sí, mediáticas, pero al fin réplicas. El Ambiente Político pone nuevamente en el ojo del huracán a los que rodean al presidente Andrés Manuel, sacudiendo desde sus cimientos al Gobierno de la «4T», mismo que no da tregua en su lucha contra la mafia del poder, interna y externa, buscando a toda costa continuar con su proyecto de nación, aunque para muchos no exista tal proyecto, pues la preocupación de los detractores de AMLO, antes estribaba en su pretensión de instaurar un régimen similar al de Venezuela, y ahora, para algunos preocupa más la ausencia misma de un proyecto.

La entrevista que ofreció Carlos Urzúa al semanario Proceso seguramente no fue gratuita, y tal vez fue medianamente reveladora, pero de que sacudió, sacudió. Después de haber sido calificado como un “cobarde e irresponsable” por la diputada federal Tatiana Clouthier, quien le recriminó que no fue capaz de trabajar con equipos diversos y plurales, y que de manera cómoda, no mencionaba nombres es su “carta del adiós”, el exsecretario de Hacienda soltó la sopa, no para callar la voces que lo dilapidaron, sino para acrecentar la furia «cuatroteísta». Urzúa acusó directamente al jefe del a Oficina de la Presidencia de la República, Alfonso Romo, como el principal causante del “conflicto de interés” del Gobierno de López Obrador, ya que Romo presuntamente nombró a los titulares del Sistema de Administración Tributaria (SAT) y la Banca de Desarrollo, y trató de apoderarse de Hacienda y de Economía, sin embargo, el mismísimo Presidente no lo permitió.

A toro pasado, Carlos Urzúa mencionó que en cuanto a las “políticas sin sustento” señaladas en su carta, se refirió a su desacuerdo con la refinería de Dos Bocas y a que él estuvo a favor que se continuara con la construcción del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México en Texcoco, argumentando que el proyecto ya estaba muy avanzado y había mucho dinero de por medio. También reconoció sus múltiples diferencias con Manuel Bartlett, director de la Comisión Federal de Electricidad, pero principalmente por la pretensión de ese funcionario de incumplir el contrato por el cual se construyó el gasoducto submarino, Sistema Sur Texas-Tuxpan, lo que podría generar una disputa legal con las empresas involucradas, que eventualmente dejarían a nuestro país sin fuentes de energía, a la vez que pondría en riesgo la entrada en vigor del Tratado Comercial con Canadá y Estados Unidos.

Al poner en entredicho la presencia de Alfonso Romo por sus decisiones e intromisión en la política de la «4T», Carlos Urzúa da una nueva estocada, quizás ese nombre fue el que tuvo mayor intensidad que el sismo provocado con su carta, sin embargo, al compartir sus razones se queda corto, puesto que para los detractores de AMLO esto no es algo nuevo; no aporta datos adicionales. En efecto, el exsecretario seguirá dando de qué hablar. Para los fieles seguidores de la «4T», Urzúa carece de argumentos sólidos, incluyendo aquello de que el “Jefe” le dijo “neoliberal”, señalando que para él, cualquiera que lo critique adquiere en automático ese calificativo, y desde luego, eso también ya lo saben sus detractores y de eso también lo defienden sus seguidores. Entonces, las razones de Urzúa podrán ser muchas, pero al cambiarse de bando, aunque el movimiento telúrico sea desastroso y aunque no haya proyecto, hasta el más documentado razonamiento, seguirá siendo fifí.