Por: Eduardo Serrano

Por donde le quieran buscar, Gustavo de Hoyos Walther, presidente de la Confederación Patronal de la República Mexicana, (Coparmex), se dio un tremendo resbalón al nombrar a Javier Lozano Alarcón como vocero de este organismo. El Ambiente Político recibió al poblano peor que a un premio catafixiado de “Chabelo”, puesto que, en un país que hoy más que nunca requiere de factores de unidad, a un personaje de las características del expriista y expanista, no se le da mucho que digamos. La Coparmex de alguna manera ha sido uno de los elementos más críticos de la forma en la que se ha conducido el primer Mandatario nacional, pero de ahí, a soltarle un “chucho” para contestarle sus “mañaneras, en lugar de enriquecer el debate público, fue sin duda un exceso, ya que muchos augurábamos que las discusiones entre el inquilino de Palacio Nacional y el flamante vocero, serían lo equivalente a un diálogo entre dos de los mejores amigos del hombre en lados opuestos de una reja… desde luego, también metafóricamente hablando.

No se trata de incapacidad argumentativa, de hecho, el exfuncionario federal es reconocido por su amplia preparación a lo largo de una nutrida carrera pública, en la que vivió muy de cerca la doctrina ideológica de los polos opuestos de la política, hasta hace algunos años. Cual jugador de la liga MX de fútbol, Lozano se vistió del uniforme tricolor, de la misma manera lo hizo portando el blanquiazul. En efecto, a muchos panistas en aquel entonces, no les convenció su incorporación, como tampoco a muchos agremiados a la Coparmex les agradó el anuncio de Gustavo de Hoyos, quien después de caer en su propio apellido paterno, tuvo que recomponer su resbalón de inmediato, dándole a Lozano su respectiva sana distancia, al señalar que el susodicho solo colaborará como socio voluntario, en tareas de la agenda pública del sindicato patronal, y por aquello de las recochinas dudas,  precisó que el único vocero de Coparmex seguiría siendo, nada menos, que el “merengues”.

La oposición a la Cuarta Transformación (4T) no ha podido establecer un mecanismo sólido de discusión, a pesar de que el presidente de la República, a diario -literalmente-, da elementos al por mayor, con tremendas ocurrencias en sus mañaneras. Tal vez eso motivó al empresario regiomontano, para conformar un “dream team” que a través de tuitazos y diversas reacciones mediáticas apoyaran con “la causa”, sin embargo, no midió que Lozano Alarcón es considerado en el “círculo rojo” un “higadito”, que lejos de aportarle al objetivo, echaría por tierra todo lo que el propio Gustavo ha construido. Esa decisión fue como si le hubiesen colocado un artefacto explosivo -entiéndase “cuete”-, en la parte posterior media -entiéndase lo que entendió-, a Javier Lozano, quien le recriminó a don Gus que no haya sabido manejar la presión interna y en consecuencia lo haya “desinvitado” de forma “desaseada”, por lo que el agraviado, mejor ya no le quiso entrar al papel de vocero sin voz.

Los saldos de ese movimiento en Coparmex, definitivamente no han sido positivos. El exvocero de José Antonio Meade, candidato presidencial del PRI en 2018, evidentemente logró unificar los criterios de propios y extraños, en relación a que su incorporación a la vocería del organismo era un completo error de Gustavo de Hoyos; el problema es que ese revés, ha alimentado las mentes voraces de la “chairocracia” quienes, con todo sentido, han visto que la oposición se metió un autogol en minutos cruciales del “partido”. La sana distancia con Lozano, sin lugar a dudas era obligada, ya que no habría “cubrebocas” suficientes para detener las sandeces que le brotaran a un personaje enamorado de los protagonismos, el bullicio y la falsa sociedad. Ahora solo falta ver de qué tamaño quedó el hoyo que hizo Gustavo, para tapar el hoyo que, con Lozano Alarcón, él mismo destapó.

Twitter: @LaloSerranoZ