Por: Eduardo Serrano

Ahora que está de moda hablar de vacunas contra la COVID-19, hay que entender que las coaliciones electorales también deben someterse a un proceso para determinar su efectividad. En el caso de la coalición Juntos Hacemos Historia, que es la réplica de aquella que se conformó en 2018 entre Morena, el Partido del Trabajo y el entonces Partido Encuentro Social, ya quedó demostrado que puede ganar elecciones y generar perfiles competitivos para enfrentarse en las urnas, más allá del cobijo de la figura del líder moral; inclusive, también sacó a la luz del Ambiente Político a regidores, diputados y funcionarios con un notorio espíritu de servicio; ¡ah claro!, y en algunos casos muy específicos, también se demostró que tiene efectos secundarios en quienes padecen algunas comorbilidades políticas, tales como elevados niveles de soberbia, incapacidad en el desempeño y, desde luego, dejó en evidencia que no cura la ignorancia ni acaba con la corrupción.

Evidentemente, la segunda dosis de la coalición Juntos Haremos Historia no fue aplicada en 2019 en Durango, por los pleitos internos en Morena, por eso no fue tan efectiva su participación en la justa electoral, digamos que se les pasaron las cucharadas de “Armando Navarro”, y les faltó un poquito más de “Lopezobradorina”, un compuesto determinante en 2018, que, dicho sea de paso, también cuenta con la leyenda esa de que “el abuso en el consumo de este producto, es nocivo para la salud… del país”. Como quiera que sea, la alianza entre Morena y el PT para esta entidad, ya aprobó la fase III, y puede competir en las elecciones. En cuanto a la coalición “Va por Durango”, integrada por el PAN, el PRI y el PRD, se debe entender que apenas van ingresando en la fase II, al lograr ponerse de acuerdo en la repartición de los distritos locales, pero, claro, la administración de los componentes entre sus respectivas militancias, aún sigue causando cierta urticaria en algunos “románticos” de piel sensible.

La socialización de esta coalición seguramente se dará de manera controlada, de tal forma que pueda ser digerida por el electorado sin provocarles reflujo, porque, ¡no vayamos tan lejos!, solo hay que recordar que el ingrediente activo en los orígenes de Morena, fueron los expriistas, así que para fines de la suministración electoral, el discurso trillado del famoso “PRIAN”, como si fuera el monstruo que se come los niños, tendrá unos efectos secundarios muy medidos seguramente por Verónica Pérez, de Acción Nacional; Enrique Benítez, del Revolucionario Institucional; y desde luego, de Miguel Lazalde, del Partido del Sol Azteca. La bronca en la fase I, parece haber sido superada luego de complejas discusiones entre los dirigentes, pero en la fase II, viene la designación de candidaturas, y ahí es donde podrían -algunos- retorcerse del dolor, ya que han llevado con cautela el trabajo en un territorio que, muy probablemente, será utilizado por otro puesto de vacunación.

La fase II de la coalición Va por Durango será fundamental para medir la efectividad en las urnas. Los ensayos clínicos se van dando desde el momento en que se especula acerca de los abanderados por cada distrito, puesto que hay mujeres y hombres, bien identificados, que de forma natural suman en los tres partidos. Obviamente, los blanquiazules y los tricolores, deben aplicar tratamientos preparatorios antes de cargar la mano en el hombro de su militancia, no vaya a ser que queden tan adoloridos y prefieran irse de brazos caídos, o tal vez se vayan volteando a ver la medicina alternativa que eventualmente les ofrezcan en las clínicas del Movimiento Ciudadano, o en los otros partidos de reciente creación que ofrecen lo mismo, pero más barato, los cuales al saber que se juegan el registro, van por un buen aspirante sin importar su origen, pues eso, cuando menos, les ayuda calmar la jaqueca. Por eso, que quede claro, “Va por Durango” sigue avanzando, pero apenas ha pasado a fase II, todavía le falta trabajar al interior… para probar su efectividad.

Por: Eduardo Serrano

Twitter: @LaloSerranoZ