Por: Eduardo Ortega Solano

Esta escrito dentro de la literatura hebrea, y consta también, en algunos evangelios apócrifos; la mujer se llamó Lilith, y fue la primera esposa del varón, cuyo nombre era Adán, ambos estaban hechos con «barro del suelo», habiendo sido forjada del mismo material no tenía por qué tener una postura de sumisión y acatamiento, se pensaba igual y con los mismos derechos, no se sentía dependiente, débil y mucho menos inferior, se veía como una mujer completa, que quería disfrutar de la vida y todo lo que está involucraba, incluida la sexualidad.

La falta de sumisión de Lilith, le valió no sólo ser desterrada del paraíso terrenal, sino también de la historia oficial. Así pues… el Génesis relata la creación de Eva a partir de una costilla de Adán, situándola como la primera mujer, y el segundo ser humano que habitó la tierra, además fue descrita como la ayudante ideal de Adán, y su compañera, pero nunca su igual. Aunque la culpa de la expulsión de “nuestros primeros padres” se le atribuye a Eva, ya que por su ambición logró ser engañada por la malévola serpiente, pero esto también resultó en perjuicio del crédulo e ingenuo Adán; lo que a continuación siguió… es una historia por demás conocida.

A pesar que se presume que la Ley divina, nada tiene que ver con la Ley del hombre, y se le atribuye al propio Jesucristo, la frase: “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”, es innegable la influencia que pueden tener las leyes divinas en el mundo profano. Las religiones monoteístas tradicionalmente tienen una estructura patriarcal, son misóginas y dan a las mujeres, en palabras y hechos un estatus de inferioridad frente a los hombres, pero además se les da el calificativo de: peligrosas y pecadoras. Con este tipo de tabúes que son parte de nuestra idiosincrasia y educación nos produce una severa disonancia cognitiva al tratar de empatar creencias con discursos, difícilmente se puede cribar un pensamiento para la materia y otro para el espíritu.

El dogma influyó de una forma tan trascendental en la formación de una sociedad patriarcal, que, si este fuera eliminado de tajo, el machismo perviviría sin disminuir un ápice, este es un fundamento en nuestra cultura, es un mal endémico. Dice un adagio popular “la educación se mama”, y es en casa donde a temprana hora, el padre castra las emociones de sus hijos varones, con la aberrante afirmación de; “los hombres no lloran”, mientras tanto la madre hace lo propio sentenciando a sus hijas “calladita te ves más bonita” o “aprende a cocinar… o no servirás a tu marido”, se trata de la misma madre que aprendió que su esposo era su cruz; pero un día sería recompensada, la que también aprendió a fingir demencia, cuando pensaba cuasi orgullosa, “tendrá muchas capillitas, pero yo soy la catedral”, es la misma mujer que perdió su apellido materno, al cambiarlo por el prefijo “de, ahora se trata de la señora; “de” sin importarle que esto signifique “propiedad”.

El machismo, la falocracia, no es realmente el dominio del hombre, es el avasallamiento brutal del macho, en perjuicio no solo de las mujeres, sino también de los hombres y la sociedad en general. Es por esto que la ideología del movimiento feminista, la compartimos muchas personas, esto sin importar el género, el feminismo no es la contraparte del machismo, este es el hembrismo, el cual busca el dominio de la mujer, la vulgar venganza, el pensamiento revanchista de ¡ahora va la mía!

Son muchas las asignaturas pendientes: trato discriminatorio, menores ingresos, oportunidades laborales, nacimientos seguros, entre muchos temas más, daría un énfasis especial para los feminicidios cometidos, pero aún más para los que se pueden evitar… creo que cada mujer que muere en un aborto clandestino, es un feminicidio que se pudo evitar.

Por: @EduardoOrtegaS