Por: Gilberto Jiménez Carrillo

El 21 de mayo del 2019, Héctor Aguilar Camín, seudo historiador que dice que la hacienda de Canutillo se encuentra en Chihuahua y durante años se comportó como Carlos Denegri, el famoso rey del chayote, escribió lo siguiente: “Terminan en estos días los fecundos años de Héctor de Mauleón como subdirector de la revista Nexos, tarea a la que lo invité hace más de una década, en octubre de 2008. Han sido años extraordinarios de la revista gracias, en buena medida, a la pasión periodística y al talento literario de Héctor de Mauleón. Todo lo que hay nuevo periodísticamente en Nexos ha venido en algún sentido de su mano. Su mirada renovó la mirada de Nexos, nos sacó a la calle, le dio un aire fresco a nuestra vocación de ser parte viva de la vida pública”.

 Recién De Mauleon publicó un artículo donde afirma que el nombre del presidente Andrés Manuel López Obrador no quedará escrito con letras de oro, esto debido a que, según él, se le ha dado un manejo desastroso al asunto de COVID-19. Con todas las comodidades y lujos que de la mano de su maestro Aguilar Camin la vida le ha dado, el periodista de apellido aristócrata, critica y afirma tonterías desde un escritorio. Los congresos locales y las cámaras de diputados y senadores, tienen por tradición inscribir en sus muros con letras doradas el nombre de personajes, instituciones o hechos históricos en reconocimiento a su trayectoria o su impacto en la historia nacional y local según sea el caso. Lo correcto es letras de bronce dorado, no letras de oro, como dice el De Mauleon, discípulo del damnificado exchayotero Aguilar Camín. Por otro lado, el dizque brillante periodista, historiador y analista político se encuentra muy preocupado porque considera que el nombre del licenciado López Obrador no aparecerá inscrito con letras doradas ni siquiera en el salón de Cabildo de cualquier municipio, como si al tabasqueño le interesara eso, como si sus ideales y principios estuvieran basados en ese propósito. Incluso desde antes de que fuera Presidente, el nombre de AMLO ya había pasado a la historia, más aún ahora a casi dos años de trabajo, tiempo en que la inmensa mayoría de los mexicanos aprueba la gestión del ejecutivo federal.

Del 20 de julio de 1923 al 25 de noviembre de 1966, fecha esta última en que su nombre fue inscrito con letras doradas en los muros del palacio de Donceles, los persignados se referían a Francisco Villa como el bandido, el robavacas, cuatrero, asesino y otros tantos calificativos despectivos, situación que al general lo tenía sin el menor cuidado, pues el revolucionario, como el otro revolucionario de nombre Andrés Manuel López Obrador, no nacieron para ser estatuas o para que sus nombres aparezcan con letras de color dorado en ninguna parte. Extraviados, lejos de las necesidades de la gente, pero muy cerca de sus ambiciones personales, andan los dos jumentos de nombre Héctor, porque hasta en eso coinciden, pues se llaman igual. En mi pueblo existe una frase que dice que los burros se juntan para rascarse, y este par de pollinos desde el primero de julio del 2018 se juntan únicamente para joder al gobierno federal, que dejó de darles el dinero que obtenían de los anteriores gobiernos por ser periodistas lambiscones y aplaudidores.

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