APUNTES… Al pueblo no se le puede engañar todo el tiempo
13/04/2021 - Hace 4 años en MéxicoAPUNTES… Al pueblo no se le puede engañar todo el tiempo
Por: Guillermo Fabela Quiñones
En Ecuador se acaba de consumar el rechazo del pueblo a la traición cometida por una supuesta izquierda que en 12 años demostró su oportunismo y falta de convicciones. Le dio el triunfo al abanderado de la derecha, el exbanquero Guillermo Lasso y le volteó la espalda a Andrés Arrauz, estrecho colaborador del exmandatario que alcanzó un triunfo incuestionable, bajo la promesa de cambios progresistas que a final de cuentas no se llevaron a cabo, Rafael Correa, exiliado en Bélgica acusado de corrupción.
Como sucedió en nuestro país en los comicios del 2018, con la contundente victoria de Andrés Manuel López Obrador, fue el hartazgo por los abusos de una clase política rapaz y de la cúpula oligárquica el factor decisivo para que se reconociera su triunfo. Ahora, lo previsible es que acontezca lo mismo que en el país andino, en los comicios del año 2024: el regreso de la derecha por el incumplimiento de los compromisos con las clases mayoritarias por el actual jefe del Ejecutivo.
El mensaje es muy claro con el triunfo de uno de los principales oligarcas de Ecuador: al pueblo no se le puede engañar todo el tiempo. Eso es lo que pretendió hacer el economista Arrauz, como lo evidenció el nombre de su coalición de centro izquierda: Alianza Unión por la Esperanza. Esta la mató el mandatario que sucedió a Correa, Lenin Moreno, con el compromiso de seguir adelante con el cambio progresista que pronto se derrumbó, hecho previsible en cuanto que Correa mismo dio margen a la traición con un pragmatismo absurdo.
Sobrevive Fobaproa gracias a distinguidos morenistas
Buen ejemplo de lo anterior: en redes sociales se recordó el lunes la votación en la 57 Legislatura, el año 1998, que permitió la aprobación de la súper estafa al pueblo de México, el Fobaproa, con la autorización del Instituto para la Protección del Ahorro Bancario (IPAB), que sustituyó al mecanismo creado en el sexenio de Ernesto Zedillo. Entre los diputados que dieron su voto a esta criminal acción (por sus consecuencias en las nuevas generaciones), se encuentran nada menos que Ignacio Mier, coordinador de la bancada de Morena en la Cámara Baja, en aquel año militante del PRI, entre otros que ahora son morenistas.
En los comicios del 2018, el pueblo acudió a las urnas porque creyó en las promesas de López Obrador, su lema: “No robar, no mentir, no traicionar al pueblo”, recorrió el país sembrando la semilla de la esperanza. Hoy, dos años cuatro meses después de que tomó las riendas del Ejecutivo federal, el escepticismo es lo que comienza a predominar en el escenario nacional. Lo más lamentable es que se dio margen a que sus detractores pueden ahora decir que tenían razón cuando criticaban el modo de hacer política del exjefe de Gobierno del Distrito Federal y pertinaz luchador social.
Ahora hay debate, pero sólo en la superficie
El saldo a la fecha no le es favorable, aunque siga confiado en el voto de quienes se lo dieron en 2018. Cree a pie juntillas que los programas sociales son suficientes para garantizar el triunfo de Morena en los próximos comicios de junio, pero aunque así fuera el caso no será sino una victoria pírrica en cuanto que Morena ha perdido credibilidad a grandes zancadas, táctica impuesta por el líder verdadero del partido, hecho que se avaló con las candidaturas para las elecciones del próximo mes de junio, en las cuales se confirmó la ausencia de compromiso por un cambio sustancial del rumbo del país.
Se podrá argumentar que ahora el pueblo tiene participación en la toma de decisiones, se le consulta como nunca antes; ahora el debate público es un hecho que se vive en todas partes, lo cual nunca sucedió en el pasado. Es cierto, pero también lo es que se trata de una táctica mediática, no de una estrategia organizada con el fin específico de que la participación democrática aterrice en un proyecto que asegure su futuro; se queda en la superficie, sin profundizar en la conciencia del pueblo, el cual advierte cada vez más que los cambios prometidos no se vislumbran. Y no por la pandemia sino por el pragmatismo y demagogia que caracteriza al actual régimen.
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