Por: Guillermo fabela Quiñones

Aunque ya se tenía conocimiento de la fuerza de las organizaciones ultraderechistas en México, no deja de ser impactante la investigación que acaba de revelar Wikileaks, en asociación con la plataforma digital de la revista Contralínea Periodismo de Investigación. En ella se documenta cómo las organizaciones Hazte Oír y Citizen Go han hecho de nuestro país su principal fortaleza, conjuntamente con Fundación Incluyendo México y Red Familia, para constituir Citizengo México, en octubre de 2015.

Este tema podría no tener trascendencia si no rebasara el marco del simple adoctrinamiento ideológico-religioso, lo preocupante es que lo hace con propósitos sociales, políticos y culturales con el objetivo de impulsar la conformación de una sociedad impregnada por convicciones y pensamientos medievales, cuyas consecuencias se han sufrido en el pasado con enormes daños a la humanidad. Baste recordar como ejemplo paradigmático la Segunda Guerra Mundial.

La intolerancia en todas sus formas es el fundamento de la práctica política y social de la ultraderecha, realidad que está creciendo en el mundo dramáticamente, en consonancia con la beligerancia que demostraron las agrupaciones de tal ideología durante el periodo neoliberal. El problema de fondo ahora, es que la nueva “Cruzada” que están impulsando para alcanzar su hegemonía, no se llevaría a cabo con armamento medieval sino con los equipos bélicos más sofisticados y mortíferos de la historia.

En un campo de batalla de tal magnitud no habría vencedores ni vencidos, merced a la fuerza adquirida por la ultraderecha en el periodo neoliberal, a que el presidente López Obrador minimiza su capacidad organizativa y no les da importancia a sus ofensivas; aun así, la realidad nos está mostrando el verdadero rostro del neofascismo al hacer patente la firmeza con que defiende sus privilegios e impunidad.

De ahí que la tan pregonada Cuarta Transformación (4T), sea comparable al elefante artrítico al que se ha referido el mandatario para ejemplificar el viejo sistema político mexicano. Los cambios han sido superficiales y los resultados empiezan a evidenciarse, como lo patentiza la impunidad del Grupo México del magnate Germán Larrea; la imposibilidad de hacer justicia expedita en casos comprobados de alta corrupción; la incapacidad del Gobierno federal de remover los cimientos del antiguo régimen, como se advierte en la terrible descomposición del Poder Judicial y sus derivaciones en el terreno político-electoral.

Los hechos nos están demostrando que se va muy a la zaga del programa enmarcado en la 4T, y en contrapartida la ultraderecha mantiene su ritmo como un atleta de alto rendimiento que mira muy cercana la meta por alcanzar. Esto no parece ser observado en Palacio Nacional, pues no hay respuesta a los problemas realmente prioritarios del país, como la dramática desigualdad, la pobreza lacerante, la violencia de las organizaciones delictivas fuera de control, poner fin a la “austeridad republicana” que tanto afectó al sistema de salud en el peor momento.

Sin duda el periodo neoliberal dejó de herencia un país destrozado en lo social y económico, como pocos en el mundo. Tan es así que a pesar de que el salario mínimo se incrementó 60.4 por ciento de diciembre de 2018 a junio de 2021, la inflación acumulada en periodo neoliberal fue de 63 mil 236 por ciento, con datos del Inegi. El precio de la Canasta Alimentaria Recomendable (CAR), de 1982 a 2018 subió en 215 mil 75 por ciento, según el Centro de Análisis Multidisciplinario (CAM) de la UNAM.

Ahora, la cuestión fundamental a resolver es cómo revertir el tiempo perdido por el Gobierno federal, una vez que se cumpla con el ordenamiento constitucional de la revocación de mandato en marzo del año próximo. ¿Le alcanzará el tiempo para darse cuenta que él ha sido el principal enemigo de su Gobierno?

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