Por: Guillermo Fabela Quiñones

Como sucede con la curva de medición de la pandemia, la cual parece estar llegando a su nivel máximo, así la cúpula oligárquica ya entendió que no puede ascender más en su estrategia desestabilizadora; aunque el círculo rojo a su servicio sigue machacando en las redes sociales con el fin de salvaguardar sus privilegios y llenar el vacío dejado por los organismos de élite de la derecha, los cuales han visto que no es ese el camino para debilitar al presidente López Obrador.

El Mandatario mantiene un amplio apoyo de la ciudadanía, gracias a la comprensión de que los problemas del régimen son en buena medida consecuencia de la catástrofe que heredó de los gobiernos anteriores. Algunos sectores de las clases medias son los que se han desencantado del desempeño del Presidente, sobre todo por su estilo personal de gobernar, que les recuerda los tiempos de la decadencia del régimen priísta. Pero en el fondo, sus resquemores no tienen base sólida.

Tampoco las clases medias cuentan con la fuerza de una organización representativa, por eso actúan caprichosamente, aprovechando deslices del Mandatario, sin que ello repercuta en su modo de gobernar ni mucho menos en cambios a su estrategia. No les queda otro recurso que golpearlo en las redes sociales, ataques que se les revierten de inmediato; de esta realidad incuestionable sobran ejemplos. De ahí su desesperación y rabia desbordante.

A esto se debe seguramente la medida adoptada por la presidenta de la Cámara de Diputados, la panista Laura Rojas, quien el fin de semana presentó, a la Suprema Corte de Justicia de la Nación, una controversia constitucional contra la validez legal del acuerdo presidencial para mantener activas a las Fuerzas Armadas en tareas de seguridad. Tal recurso no tiene posibilidad alguna de prosperar: No consultó a todos los partidos. En cambio, dio margen para recordarle que fue Felipe Calderón quien utilizó sus atribuciones para legalizar el uso de tropas en tareas de combate a la delincuencia.

El ciudadano común está cada vez más consciente de que la escalada de violencia que sufre buena parte del país, es resultado de la descomposición social generada por la complicidad de la tecnocracia del “PRIAN” con los principales cárteles del crimen organizado, a lo que se sumó su desmedida corrupción. Lo sabe por experiencia propia, debido a que ha vivido esta dramática situación desde su origen, a partir de que los tecnócratas pusieron las principales instituciones del Estado al servicio del crimen organizado, como lo documentó ampliamente Edgardo Buscaglia, analista internacional de reconocida solvencia como experto en el tema.

La percepción de un aumento de la violencia del crimen organizado es un coletazo del monstruo que creó la tecnocracia corrupta. Esto es incuestionable. No es fortuito que la entidad federativa con más altos índices de criminalidad sea Guanajuato, estado gobernado por el PAN en los últimos 25 años. Esto significa que la complicidad ha sido un factor que favoreció la expansión de cárteles dedicados a diversas actividades delictivas. De ahí el surgimiento de capos con un poder que sólo podrá ser combatido y eliminado por la Guardia Nacional con apoyo de las Fuerzas Armadas.

La violencia y la inseguridad nacional dejaron de ser un asunto policiaco, ahora lo es de seguridad pública. Es otro más de los retos que tiene la Cuarta Transformación (4T) para construir un régimen democrático e incluyente, con el Estado como rector de la vida social de los mexicanos.

[email protected]

Twitter: @VivaVilla_23