APUNTES… Destino manifiesto: la verdadera distancia
03/03/2021 - Hace 4 años en MéxicoAPUNTES… Destino manifiesto: la verdadera distancia
Por: Guillermo Fabela Quiñones
Con su imborrable sonrisa de abuelo bonachón, el presidente Joe Biden mostró a los mexicanos el lado amable del imperio, en tanto que su homólogo del país con el que comparte una extensa frontera, Andrés Manuel López Obrador, recordaba la frase atribuida al dictador Porfirio Díaz, con una modificación cargada de ironía: “Pobre México, tan cerca de Dios… y ahora no tan lejos de Estados Unidos”. La virtualidad del encuentro de más de una hora permitió valorar gestos y sonrisas mutuas, palabras protocolarias sin trascendencia, aunque el tono real lo había señalado horas antes la vocera de la Casa Blanca: “Estados Unidos no compartirá vacunas con México”.
La distancia histórica que se marcó desde el surgimiento del país que se independizó de Inglaterra, seguirá marcando la relación bilateral. Estados Unidos, lo ha manifestado desde entonces, “no tiene amigos, tiene intereses”, como lo afirmó sin tapujos John Foster Dulles, secretario de Estado del presidente Eisenhower. Lo ha demostrado en múltiples ocasiones desde 1847, cuando declaró la guerra que le costó a México la mitad de su territorio. Sólo circunstancias ajenas a la voluntad de la clase dominante del país vecino, influyeron para que no hayamos perdido más territorio del que “vendió” Santa Anna.
Pero a cambio hemos ido perdiendo soberanía sobre nuestros recursos naturales, con la abyecta actitud de gobernantes que han aprovechado la voracidad de los magnates estadunidenses (ahora los canadienses en el sector minero), escandalosamente en el periodo de 1983 a 2018. Lo que en la actualidad nos favorece, es nuestra situación geográfica que permite a México ser muro de contención de la avalancha de marginados centroamericanos, más necesario incluso que la muralla que Trump quiso dejar terminada en toda la franja fronteriza.
En realidad, a la clase gobernante estadunidense no le importa quién esté en la presidencia de México, o en el Gobierno de otros países. “Lo que quiere es que se obedezcan sus órdenes”, como afirma Noam Chomsky. Desde luego, les importa y mucho que sus intereses estén a salvo, y mejor sin necesidad de tener que recurrir a la fuerza, como ha sucedido tantas veces en América Latina, las más de las veces imponiendo dictadores que traicionan a sus pueblos, después de liquidar gobernantes “desobedientes”, como sucedió en 1973 cuando se estableció la dictadura neonazi de Augusto Pinochet.
En este sentido, el margen de acción que tiene el presidente López Obrador en la relación bilateral, depende de su capacidad para evitar que el sistema político se desestabilice y ponga en riesgo intereses estadunidenses. No puede ir más allá ni tampoco quiere hacerlo. Para evitarlo se firmó el T-MEC que entró en vigor el 1 de julio de 2020. De ahí los malabarismos que hace para mantener su imagen progresista, como ahora con la Ley de la Industria Eléctrica que deberá ser aprobada por el Senado este martes 2 de marzo.
El presidente Biden vería muy bien cambios que reduzcan la participación de empresas españolas en el sector, en consonancia con la Doctrina Monroe; esto sería un “triunfo nacionalista” de suma importancia, aunque en realidad sólo sea una acción más política que económica. La tendrá en este importantísimo renglón en la medida que los intereses estadunidenses se fortalezcan en la generación de energías limpias, y en las nuevas tecnologías necesarias para elevar las ganancias de inversionistas estadunidenses. El riesgo sería una mayor vulnerabilidad.
Por lo pronto, podemos sentirnos satisfechos de que las formas en la Casa Blanca sean más tersas, aunque en el fondo no cambien el contenido, absolutamente ajeno a los intereses del pueblo mexicano. Mientras tanto, continúan problemas estructurales cuya solución depende no de Estados Unidos propiamente, sino de la voluntad política para que las relaciones sociales en el país no se sigan deteriorando. El descontento de las clases medias va en aumento, y son éstas las más proclives a dejarse llevar por sus emociones. Vemos que de los aplausos están pasando a las mentadas de madre. Esto no es sano para el país.
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