Por: Guillermo Fabela Quiñones

Con perspectivas nada halagüeñas para un futuro inmediato, los jóvenes de entre 19 y 23 años enfrentan su devenir en un marco de incertidumbre, con niveles de profundo dramatismo en los llamados países emergentes, como México. Así se advirtió al conmemorarse el Día Internacional de la Juventud, el pasado jueves, sin que se tomaran compromisos serios en favor de un cambio de tal realidad.

Cabe puntualizar que aunque se hubiera dado un paso en esa  dirección, hacer realidad cambios urgentes e imprescindibles, es improbable mientras no cambie la correlación de fuerzas entre los pocos beneficiarios del progreso alcanzado por la humanidad, y los miles de millones que se van rezagando de los avances alcanzados por la ciencia y la tecnología, monopolizados por el Grupo de los Siete; un ejemplo, la oposición de Estados Unidos a las vacunas de Rusia y de China, cuya calidad ha sido validada por la principal revista científica del mundo, The Lancet.

La deshumanización ha sido la contraparte del progreso, se observa en hechos concretos como el gasto que hizo el hombre más rico del planeta, Jeff Bezos, de más de 50 millones de dólares por permanecer 11 minutos en el espacio en una nave espacial; el hermano del multimillonario, Mark Bezos, invirtió en la fabricación del sofisticado aparato. Sus acompañantes desembolsaron cantidades estratosféricas. Oliver Daemen, de 18 años, tuvo el privilegio de ser el astronauta más joven de la historia, con un pago de 23 millones de dólares, mientras la piloto; Wally Funk, de 82 años pasó a ser la de mayor edad.

En la ceremonia conmemorativa en nuestro país, la secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, y el titular de la de Bienestar, Javier May Rodríguez, resaltaron las políticas públicas del gobierno en favor de este segmento de población, el cual alcanza 30 por ciento. Señalaron que “las nuevas generaciones están en el centro de atención de la Cuarta Transformación”.

El paradigma de las políticas públicas en favor de la juventud, para ambos, es el programa Jóvenes Construyendo el Futuro. Sin embargo, voces ajenas al gobierno coincidieron en señalar que “urge focalizarlo en quienes no terminaron la educación media superior”, población que rebasa los 11 millones de personas. Para la Organización Internacional del Trabajo (OIT), “los jóvenes son el sector más golpeado por la pandemia”, esta emergencia sanitaria “activó una bomba de tiempo”. La pregunta pertinente es cuándo y cómo podrá estallar.

Seguramente pronto, no sólo por la deshumanización que aceleró el sistema económico neoliberal, sino por la insensibilidad y falta de compromiso con la juventud en los países emergentes, cuya clase política se contaminó con la ideología fundamentalista del neoliberalismo, exacerbando los efectos nocivos del individualismo, efecto concomitante de tal mecanismo ideológico. Se logró el objetivo de despolitizar a la juventud, de despojarla de una elemental disposición solidaria, de perder un mínimo sentido social característico de esta etapa de la vida.

Mientras tanto, la marcha de contagios de COVID-19 sigue en aumento: 24 mil 975 en tan solo 24 horas, cifra récord desde que inició la pandemia hace más de un año, con el agravante de que ahora niños y jóvenes son las víctimas principales. ¿Qué futuro nos espera si la deshumanización no cede, como lo deja ver el comportamiento del gobierno estadunidense, el brazo fuerte de las grandes corporaciones de su país, principalmente los laboratorios farmacéuticos en este momento?

No es casual que la empresa Pfizer haya multiplicado sus ganancias exponencialmente: espera facturar este año 33 mil 500 millones de dólares. Por eso la “bomba de tiempo” que pronostica la OIT estallará pronto sí la juventud alcanza esa edad sin otra salida que el desempleo o la criminalidad en su creciente ejército de reserva. Y aun así se asombran de tanta violencia entre los jóvenes y niños.

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