Por: Guillermo Fabela Quiñones

Contra lo que pudiera esperarse, la actual coyuntura derivada del COVID-19 habrá de contribuir al fortalecimiento de la estructura social del país, la cual se ha venido resquebrajando de modo acelerado desde hace más de cuatro décadas, gracias a la oportuna respuesta del régimen a las consecuencias económicas previsibles en los siguientes tres meses. Las medidas tomadas no son suficientes, pero se encaminan en la dirección correcta como lo reconoce la CEPAL.

Se confirma en los hechos que hay congruencia entre la práctica política y el pensamiento socialdemócrata, incluyente y progresista, que prometió desde la campaña electoral el actual Mandatario. No hay condiciones objetivas para avanzar más allá del centro que ha tratado de mantener; el riesgo es que haya retrocesos por la emergencia económica y por los obstáculos derivados de un entorno político desfavorable, que la derecha quiere aprovechar al máximo, sin dejar pasar ninguna oportunidad por grotesca que sea.

Vale decirlo por el saludo que el presidente López Obrador dio a la madre de Joaquín Guzmán Loera, “El Chapo”, en su gira por tierras sinaloenses. Los conservadores quisieron capitalizar en su favor una situación que se dio a la vista de todo el país, sin otra finalidad que condescender con una anciana de 92 años que pide se le permita ver a su hijo antes de morir. “Pude omitir (el saludo) para evitar las críticas, pero no iba a ignorar a una anciana respetable, sin importar quien sea su hijo”, afirmó López Obrador.

Las cúpulas del PRIAN se desgarraron las vestiduras, como los fariseos en tiempos bíblicos, diciendo que el saludo fue “una falta de respeto a las víctimas” (Marko Cortés, dirigente del PAN), y que “su agenda (del Presidente), no favorece a México”, señaló la dirigencia del PRI en un comunicado. Así mostraron su mezquindad derivada de una doble moral muy retorcida, pues el pueblo no olvida, ni olvidará la Historia, que fueron los mandatarios surgidos de ambos partidos, quienes llevaron al país a ser un narcoestado que corrompió las instituciones hasta sus raíces.

Esto lo saben las clases mayoritarias, ahora con más conciencia de la realidad, al notar que el combate a la corrupción ha tenido efectos positivos al favorecer la ampliación de políticas públicas de beneficio social, aunque por el enorme déficit dejado durante seis sexenios de saqueo de los bienes de la nación, no se puedan tener avances más significativos. El ciudadano común está consciente que de haber continuado el PRIAN en el poder, en este momento sería imposible enfrentar la crisis del COVID-19 porque la solución se le dejaría al mercado.

De ahí la importancia de que el régimen asuma su responsabilidad con visión estratégica; sin embargo, es impensable que lo haga sin antes fortalecer su partido. En su interior luchan dos corrientes por el control de su estructura, pero sin que las bases tengan un papel significativo; éste debe ser el sustento de una organización que busca trascender con la Cuarta Transformación, objetivo ambicioso pero viable, siempre y cuando sea derrotada la fracción que desde adentro del partido quiere servir a los intereses de la derecha.

Paradójicamente, lo que puede ser un factor negativo para el régimen, la crisis derivada del COVID-19, podría ser determinante para que la 4T despegue y conduzca a la nación hacia la consolidación de un Estado democrático, incluyente y con capacidad de respuesta a los retos dialécticos que impone la misma transformación.

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