APUNTES… La disyuntiva hoy es clarísima
Por: Guillermo Fabela Quiñones
Dice un dicho popular: “Nadie sabe lo que tiene hasta que lo ve perdido”. Así ha ocurrido a lo largo de la historia, en todos los ámbitos, privados y públicos. Lo podemos contextualizar objetivamente en lo que está sucediendo en Argentina y Brasil, donde después de más de dos lustros de gobiernos democráticos, impulsores del desarrollo y el progreso, se hicieron del poder representantes de la derecha ultramontana, Mauricio Macri y Jair Bolsonaro, quienes se han dedicado a fortalecer a la élite oligárquica neofascista a extremos inconcebibles.
Lograron su objetivo astutamente, aprovechando la desilusión de grupos radicales que no comprendieron la trascendencia de apoyar el cambio político y económico que se estaba gestando, con enormes dificultades por la fuerza de las oligarquías criollas, apuntaladas por el Gobierno estadunidense y los organismos internacionales al servicio del imperialismo. Hoy las clases mayoritarias de ambas naciones del Cono Sur se lamentan por lo que está ocurriendo, un regreso a los años más dramáticos de las dictaduras militares que liquidaron todo asomo de democracia y libertades ciudadanas.
Lo ocurrido en Argentina y Brasil, gracias a la ausencia de sentido común de la población, de lo cual se aprovechan dirigentes de la derecha para desestabilizar a un Gobierno legítimo que se compromete en serio con las causas más nobles de la sociedad, nos puede pasar a los mexicanos si no entendemos a tiempo que los esfuerzos del presidente Andrés Manuel López Obrador, se enfrentan a poderes fácticos decididos a imponer sus intereses al costo que sea, incluida una desestabilización sistemática como la que parece liderar Felipe Calderón.
Se aprovechan, los ultramontanos de la derecha, de la ansiedad de las clases mayoritarias por ver que los cambios prometidos por el Mandatario se llevan a cabo, toda vez que tiene ya el mando de las instituciones. Su principal campaña tendenciosa se basa en hechos sacados de contexto para afirmar que “López Obrador no está cumpliendo”, “está gobernando mediante ocurrencias personales”, “se está entregando a la mafia del poder”, “está ahuyentando las inversiones con su protagonismo”, etcétera.
Se está produciendo un natural desconcierto en las clases mayoritarias porque algo de las campañas mediáticas tendenciosas es cierto. A ello contribuye un hecho fácil de comprobar: en el entorno presidencial no hay una labor concertada que contrarreste eficaz y plenamente las campañas de la derecha y sus corifeos. Ni en el partido ni entre los legisladores ni en el propio gabinete presidencial se observa que alguien dé un grito de alarma contra el riesgo de permitir que la reacción actúe, desembozadamente, contra el proyecto de nación del nuevo régimen.
Es vital hacer entender al pueblo lo que visto en perspectiva es muy evidente: Luego de 36 años de desmantelamiento del Estado por una tecnocracia corrupta y sin principios, López Obrador tiene que ser muy cauto en sus relaciones con la cúpula del poder económico, con las estructuras sociales enquistadas para medrar y con el gigante imperialista que se aprovecharía de cualquier paso en falso para orquestar una desestabilización aún más corrosiva.
La disyuntiva en este momento es clarísima: O se concreta la «cuarta transformación» o nos veremos en la circunstancia de lamentar a destiempo lo perdido, como en Argentina, Brasil, y tantos otros países.