Por: Guillermo Fabela Quiñones

Con el mundo amenazado por múltiples problemas, provocados por cuatro décadas de irracionalidad económica, el Fondo Monetario Internacional (FMI) recomienda que la solución está en seguir atados a la piedra que nos llevó al abismo. Los pocos beneficiarios del colapso global pretenden que sigamos por el mismo camino, exigencia que ha provocado el surgimiento de más confrontaciones políticas y sociales, tanto al interior de los países como entre naciones históricamente enfrentadas.

El riesgo de que la situación global se salga de control es evidente, lo vemos en tiempo real en Internet y las redes sociales, no sólo por la pandemia de COVID-19, sino por la cercanía de un colapso económico inédito, al cual no se vislumbra un remedio como el que se tiene esperanza de encontrar pronto con las vacunas para mitigar la pandemia. El neoliberalismo no tiene otra cura que su extirpación como se hace con un tumor maligno. Sin embargo, esto no lo aceptan los titiriteros del mundo, a sabiendas de lo que nos espera de no cortarlo de tajo.

El mayor peligro lo tenemos próximo a nosotros: la descomposición gravísima del sistema político estadunidense, de la cual es prueba contundente la terquedad del magnate que ocupa la Casa Blanca por mantenerse en ella. Su falta total de respeto a la institución fundamental de Estados Unidos, la democracia representativa, está provocando situaciones propias de una dictadura monárquica o tercermundista. Así lo demuestra la intentona de secuestro y derrocamiento de la gobernadora demócrata de Michigan, Gretchen Whitmer.

Este intento de “golpe de estado” lo frustró la investigación conjunta del Departamento de Justicia y del FBI, que llevó a la aprehensión por actos de terrorismo de trece miembros de una milicia de supremacistas blancos en dicha entidad estadunidense. El mal ejemplo de Trump está llevando a su país a un clímax de estupor por lo que puede sobrevenir en los próximos meses. Lo que se vislumbra ya es un recalentamiento de la “guerra fría”, cuyas consecuencias serán impredecibles una vez que se definan las intenciones concretas de los titiriteros que se benefician con las confrontaciones.

Así como los neofascistas en Estados Unidos están embravecidos, lo están también, por contagio, los que socavan la legitimidad del Gobierno Lópezobradorista. No se resignan a que siga adelante a pesar de todos los obstáculos que se encuentra en su camino, algunos de ellos propiciados por el mismo Mandatario. Han anunciado el surgimiento de un nuevo frente de lucha: “Sí Por México”. Los que aparecen como principales promotores son los ya conocidos neofascistas Claudio X. González Guajardo y Gustavo de Hoyos Walther, dirigente de la Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex).

Los mueve una ideología reaccionaria, antidemocrática, y la convicción de que no tienen nada que perder y sí mucho que ganar. Así lo indica el nombre de su “nueva” organización. Consideran que México les pertenece, como lo creen sobre su país los supremacistas blancos en la nación vecina. Esta es la raíz del problema clasista, cada vez más acentuado, que surge por la virulencia de su rechazo a compartir un poquitín de lo mucho que poseen. Aunque también el pueblo tiene todo por ganar y nada que perder. Todo lo ha perdido, menos la esperanza.

Por eso es preocupante que el presidente López Obrador mantenga su actitud contemporizadora con sus adversarios ideológicos, lo cual conlleva a un callejón cuya única salida es una mayor confrontación que derivaría en más violencia. Lo vemos en Estados Unidos y en otras partes del mundo, por la crisis derivada del neoliberalismo y sus secuelas. La única opción válida en esta coyuntura es reforzar la alianza del régimen de la Cuarta Transformación (4T) con las clases mayoritarias.

Para lograrlo, es preciso apuntalar la fuerza de las organizaciones de masas bajo las directrices de un partido capaz de sacar el mayor provecho a su condición de partido en el poder. No hacerlo ahora, después del próximo año el país será un pandemónium.

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