APUNTES… Neoliberalismo de “rostro humano”
Por: Guillermo Fabela Quiñones
Al finalizar formalmente el primer tercio del sexenio, el presidente López Obrador aseguró en su informe alusivo que cuenta con el apoyo de siete de cada diez mexicanos. Destacó que gracias a las estrategias implementadas, principalmente la lucha contra la corrupción, se logró un ahorro del gasto público del orden de un billón 300 mil millones de pesos en compras y contratos. Concluyó que de esta forma están sentadas las bases de la Cuarta Transformación (4T).
En artículo anterior señalamos el guion con el fin de sintetizar avances sin escatimar autoelogios y desechar una elemental autocrítica. En vista de ello podemos afirmar que seguirá adelante con su estilo personal de afianzar un presidencialismo fuerte, como lo necesitan las élites para seguir apoyando los cambios que les den confianza en el futuro. Lo que se verá después de los comicios del año venidero, es qué tan realista es el dato de que 71 por ciento de ciudadanos siguen apoyándolo.
Vale tal interrogante porque hasta el momento no se ha visto que, como señaló, “todos los recursos liberados se destinan de manera directa, sin intermediarios, a la base de la pirámide social, para que de ahí suban a los estratos superiores”. Obviamente no es así, pues para ello tendría que reformarse el modelo económico neoliberal, y crear un nuevo estado de bienestar donde el gasto público se orientara a la conformación de una economía redistributiva socialmente, que subsane los enormes déficits que se acumularon durante el periodo de la tecnocracia saqueadora.
Es evidente que lo que el presidente López Obrador quiere es sentar las bases de un “neoliberalismo con rostro humano”, sin corrupción y con una sociedad bien portada, donde los intereses y privilegios de las cúpulas empresarial y financiera estén resguardados merced a la mitigación del hambre de la mitad de la población. Porque definitivamente se tendrá que aceptar el hecho incuestionable de que la 4T no contempla la instauración de un régimen donde las cúpulas estén supeditadas al poder político.
Esto es lo evidente en los dos primeros años del sexenio, de ahí lo satisfechos que se mostraron los invitados al acto en el patio central de Palacio Nacional, la flor y nata del empresariado nacional. Lo que seguirá adelante es el modo de reglamentar las negociaciones entre ellos y el Ejecutivo, con el fin de prever que quienes son recipiendarios de los ahorros multimillonarios, al no recibirlos de manera tangible, seguramente tendrían que protestar. Calmar sus ánimos contestatarios será tarea fundamental del mandatario, sin recurrir a la violencia sino al convencimiento con dádivas que no resten ganancias a los barones del dinero.
El Presidente apuesta a su capacidad de empatía con el pueblo, la cual podría verse afectada muy pronto por las presiones de una minoría oligárquica insaciable. La paciencia de las clases mayoritarias no durará todo el sexenio, menos aún si se evidenciara con más fuerza el compromiso del mandatario de mantener intactos los fundamentos del neoliberalismo, como es un hecho incuestionable, aunque se diga lo contrario discursivamente.
La hegemonía de las cúpulas sobre la sociedad sigue firme, lo que se hizo en los dos primeros años del sexenio fue una estrategia consensuada con el fin de paliar el descontento social del pueblo. Con todo, el descontento está latente, desde la base de la pirámide social hasta las clases medias. Son estas las que alimentan el rencor del pueblo y lo soliviantan para contar con la suficiente “carne de cañón” llegado el momento.
Este momento podría presentarse, sin duda, en la medida que se mantenga la política de que las clases mayoritarias sigan pagando los “ahorros” derivados de la “austeridad republicana”. Se pondrá de manifiesto que esos recursos en realidad van a parar a manos de los mismos beneficiarios del modelo neoliberal salinista, bajo el esquema de hacer las cosas sin corrupción, moralmente, bajando una rayita a su codicia. Así se pondrán las bases de la Cuarta Transformación: un “neoliberalismo con rostro humano” cuyo pilar es un partido sin rumbo ni bases sociales.
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