Por: Guillermo Fabela Quiñones

Lograr que germine la semilla de la democracia en México será un proceso muy largo, a pesar de que la Ley del péndulo político empiece nuevamente a funcionar, después de seis sexenios de inmovilismo y simulación que hizo del cinismo la ideología dominante en la cúpula del poder. Esto es previsible, porque las fuerzas contrarias al desarrollo civilizatorio del pueblo, históricamente nunca han aceptado una derrota de quienes luchan por encauzar a la nación por un rumbo favorable al progreso y la justicia social.

Lo estamos viendo en este momento, cuando después de un año de trabajo del régimen de la Cuarta Transformación, los conservadores se resisten, con toda su fuerza reaccionaria, a mínimos cambios indispensables para desbrozar la senda que, sin violencia, facilite un proceso que lleve a los mexicanos a una vida democrática, negada desde la fundación del Estado a partir de 1824, cuando José María Morelos publica Los Sentimientos de la Nación, documento fundacional del México liberado.

Es muy lamentable que un órgano decisivo para apuntalar la formación de una ideología democrática, como el Instituto Nacional Electoral (INE), rechace y se oponga a una medida republicana que debería ser el primero en aprobar, como la reducción del escandaloso presupuesto que ha ejercido desde que comenzó a operar como organismo autónomo, bajo el insostenible argumento de que “fortalecer las instituciones democráticas es muy costoso”.

Lo es en nuestro país, más que en muchas naciones con un nivel de vida más alto y mayor tradición democrática, no porque tenga necesariamente que gastarse más, sino por los costos de un aparato burocrático prescindible, organizado para elevar el gasto corriente del organismo. Es oportuno señalar que en ningún país europeo los funcionarios responsables de la organización de elecciones, devengan los altísimos sueldos de sus pares mexicanos. No quieren entender que, como afirmó el presidente López Obrador, “lo quieran o no, se acabó la burocracia dorada”, por la obvia razón de que “no puede haber Gobierno rico con pueblo pobre”.

De ahí el gravísimo problema que hoy nos agobia, el cual se agudizó en la medida que los Gobiernos neoliberales se alejaban de los intereses de la nación y necesitaban armar una superestructura para sostener sus prácticas antidemocráticas y corruptoras. El INE se convirtió en el instrumento idóneo para establecer mecanismos de simulación que encubrieran una ideología retrógrada, como sin duda lo es el neoliberalismo en su concepción económica y política.

En consonancia con lo anterior está la declaración del presidente del PRI, Alejandro Moreno. En conferencia de prensa con la plana mayor de la CNC, advirtió que “la imposición del presupuesto no generará estabilidad”. Dijo: “Estamos preocupados por lo que puede ocurrir al campo mexicano, puede haber inestabilidad social. La gente está muy molesta, las organizaciones campesinas no se van a quedar de brazos cruzados”.

El neofascismo asoma su rostro, bajo el pretexto de que “la gente está muy molesta”. Quienes lo están son los dirigentes que ven afectados sus privilegios con un necesario y urgente saneamiento y fortalecimiento del Estado y de sus instituciones democráticas. Quienes pretenden generar inestabilidad para justificar presiones indebidas, espurias y siniestras, como en su tiempo lo hicieron los conservadores que pretendían entronizar a un emperador. Hoy, su “emperador” es el imperialismo depredador bajo el cual se escudan quienes se oponen al avance progresista y liberador de los mexicanos.

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