Por: Guillermo Fabela Quiñones

El momento político que vive México nos obliga a tener plena conciencia del imperativo de salvaguardar las instituciones que han hecho posible enfrentar las presiones de la minoría oligárquica que ha buscado con todo su poder construir un Estado canalla bajo el cual defender sus intereses de clase. Se trata de un reto mayúsculo, porque la voluntad de frenar un cambio progresista e incluyente por parte de la camarilla reaccionaria es inagotable, al igual que su mezquindad y odio al pueblo, del que se creen amos indiscutidos como sucedía durante el Porfiriato.

Están decididos a llevar al país a una desestabilización que los ayude a perpetrar el colapso del proyecto de nación del régimen democrático. De ahí la trascendencia de tomar las medidas institucionales que permitan frenar las embestidas de los conservadores. Así como esa minoría apátrida y movida por intereses mezquinos está decidida a todo, como lo ejemplifican sus acciones contra el gobierno del presidente López Obrador, asimismo es vital que se tenga la organización y claridad objetiva para neutralizarlas en cuanto se ponen en marcha.

Es fundamental que las Fuerzas Armadas cierren filas en torno a su Comandante Supremo, que no haya duda alguna de su patriotismo y entrega al proceso de cambios progresistas que está impulsando el mandatario para acelerar la “Cuarta Transformación”. Deben ser el escudo protector de un Gobierno legítimo comprometido con una causa histórica ineludible: Sacar a la sociedad del estercolero en el que la metió una camarilla perversa, cuyo único propósito ha sido utilizar el poder de las instituciones para colocarse muy por encima de la población, dominarla y explotarla de manera despiadada.

Esto debe tenerlo muy claro el pueblo, por eso es vital que el régimen cuente con un aparato de información con capacidad suficiente para contrarrestar la desinformación producida por los medios al servicio de la oligarquía reaccionaria. Las conferencias “mañaneras” del presidente López Obrador son un vehículo importante en esa dirección, pero insuficiente porque las acechanzas de los enemigos del país continúan el resto del día en las mesas de redacción donde se hace todo lo necesario para contraatacar al mandatario, con toda la saña que nace de su concepción del mundo uncido a un pasado medieval y apátrida.

No tienen empacho ni conmiseración por los sufrimientos que pueden causar con sus acciones neofascistas. Por eso es inaplazable que la Guardia Nacional cuente con las estrategias y tácticas necesarias para atajar a tiempo los ataques de la mafia canallesca, cuya vida en esta etapa de cambios progresistas tiene sentido sólo en su lucha por la reconquista del poder perdido. De ahí el imperativo de que la extrema violencia que surge en algunos estados, al mismo tiempo que se  combate con la fuerza legítima del Estado, deba ser plenamente aclarada.

Es preciso desentrañar el móvil de los horripilantes asesinatos de los miembros de la familia Le Barón en su rancho en los límites de Chihuahua y Sonora. Sin pérdida de tiempo ni escatimando recursos, porque sería un error gravísimo dar margen a que los conservadores tomen como bandera la inseguridad en el país, problema que ellos crearon y magnificaron con sus políticas mafiosas y su corrupción sin límites. El pueblo debe saber con precisión que se trata de acciones más allá del crimen organizado.

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