Por: Guillermo Fabela Quiñones

Nuestro país, en este momento, semeja un islote azotado por aguas embravecidas y vientos huracanados que amenazan con tragárselo si continúa con tal furia la fuerza de la naturaleza. Es lo que podría ocurrir al régimen de la Cuarta Transformación (4T) si el presidente López Obrador continúa con su estrategia de no tomar decisiones conforme a las atribuciones que le otorga la Constitución, sino dejar que “las aguas embravecidas” sigan su acción destructora del Estado.

Eso es lo que está sucediendo, lo constatamos un día sí y otro también, con resultados que no dejan contentos ni a tirios ni troyanos. ¿Cuántas presiones de la reacción no se hubieran evitado si a tiempo hubiera tomado “el toro por los cuernos”, como se dice coloquialmente? El caso notorio en este momento (entre otros más), el del conflicto por el agua en Chihuahua, al que se llegó por permitir que la Comisión Nacional del Agua (Conagua) siguiera “tomada” por el PAN, según denunció el propio Mandatario.

Desde su arribo a Palacio Nacional lo sabía, pero no hizo nada para evitar que surgiera un conflicto de intereses que afectaría la marcha de su Gobierno. No siguió el ejemplo del presidente Lázaro Cárdenas, quien con un elemental sentido común rompió sin miramientos los lazos que lo unían con el régimen corrupto y entreguista liderado por Plutarco Elías Calles. Sólo así pudo enfrentar con éxito las acechanzas de los enemigos emboscados del régimen surgido de la Revolución Mexicana y el país pudo consolidar los cimientos de un Estado nacional.

Es lo que aún se espera del presidente López Obrador, aquí y en América Latina, en tanto que vino a frenar, sin violencia, la avalancha destructora del neoliberalismo. Despertó expectativas y esperanzas de cambios justicieros, vitales después de cuatro décadas de oprobio, corrupción y violencia sin freno. Pero han pasado ya dos años del sexenio y con preocupación se observa que el “monstruo” sigue vivo, y ahora enfurecido porque se le cortó su arrogancia y se le obligó a parar sus embestidas.

Sin embargo, nomás sufrió una buena tunda electoral y ahora el “monstruo” está furioso y decidido a tomar venganza, situación que no deja más alternativa al Ejecutivo que actuar como lo manda no sólo la Constitución sino el más elemental sentido común. Como lo señaló Luis María Aguilar Morales, ministro conservador de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), quien declaró inconstitucional la encuesta para juzgar a los exmandatarios del periodo neoliberal, “para aplicar la justicia no se necesitan encuestas”. Eso lo sabe el pueblo.

Los conservadores, ni tardos ni perezosos, aprovechan cada oportunidad de golpear al Presidente, al ver que sus reacciones son no sólo tardías sino contrarias a las expectativas del pueblo. Les pide a los ministros de la Corte “no dejarse intimidar”, cuando él sí lo está, como lo demuestran sus constantes zigzagueos. Tiene razón en estarlo, es preciso reconocerlo, pues a nivel global el “monstruo” tiene mucha fuerza, y su cabeza está en Washington, ideando a todas horas cómo preservar su poder para engrandecer no a su pueblo, sino a la minoría neonazi a la que sirve.

Esto lo aprovechan los ultras reaccionarios criollos, como lo vemos en Chihuahua, sabedores de que no cumplir el compromiso con el Gobierno estadunidense en materia de agua, le traería al Ejecutivo fuertes represalias del magnate que desgobierna el país vecino. Cuando este convenio con Estados Unidos es el único favorable a México.

Todo se está volviendo más complicado para la 4T, como lo vemos con el tema de Conagua. No se tomó a tiempo la decisión de nombrar funcionarios comprometidos con el nuevo régimen, los que ahora renuncian tuvieron dos años para continuar saboteándolo. Esperar el proceso electoral en Estados Unidos para tomar decisiones vitales no es lo aconsejable. La situación se pondrá más peligrosa para México, gane quien gane.

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