Por: Guillermo Fabela Quiñones

Si el presente año es una dura prueba para los mexicanos, más lo será el próximo, cuando se empiecen a conocer las terribles consecuencias de la pandemia en su primera etapa. Estas las querrán aprovechar, para sus fines perversos, las élites del conservadurismo reaccionario cuya mala conciencia los mueve a seguir haciendo toda clase de abusos, al fin que el cinismo es su forma natural de convivencia social.

En el 2021 se juntarán múltiples problemas, muchos de ellos inéditos, que pondrán a prueba la capacidad del régimen de la Cuarta Transformación (4T) para impulsar los cambios prometidos, pero en condiciones dramáticas que no estaban previstas. Para el país es vital que no estén en el poder los mismos que lo llevaron a la catástrofe que a punto estuvo de liquidar el futuro de los mexicanos. Esta es una ganancia que no debemos desaprovechar, cerrándoles el paso.

Están decididos, lo advertimos todos los días, a utilizar todo su poder económico para malograr la marcha del país hacia una democracia verdadera. Preferirían gastar la mitad de su fortuna en tal ruindad que en actuar con razonable prudencia y solidaridad. No aceptan perder un poco de su hegemonía social, de sus enormes privilegios, saber que tendrán que ajustarse a reglas y normas como cualquier ciudadano. Eso jamás, como se advierte por la actitud de algunos de los magnates más soberbios y menos prudentes.

Así como ellos quieren aprovechar el COVID-19 con fines antidemocráticos, es un deber ineludible del aparato institucional de la 4T evitarlo. El mejor camino es fortalecer el estado de derecho, cerrar filas en torno al proyecto de nación más viable en esta coyuntura histórica. Lo fundamental para dar este paso, conforme a la experiencia histórica en situaciones análogas, es no dar armas al enemigo de clase que acecha para dar zarpazos a diestra y siniestra.
Por eso, un primer paso ineludible es depurar las filas de Morena, el partido que tiene el compromiso histórico de conducir la marcha de la 4T hacia su meta. No hay otra opción, aunque no lo quieran ver así desde la misma Presidencia de la República. Sin partido no hay interlocución con las masas, fundamentales en los procesos de transformación estructural, como así está demostrado desde el siglo XIX. Hay mucho que hacer para evitar su colapso, el cual se vislumbró a partir de que no nació con una visión estratégica sino meramente coyuntural.
Hoy la necesita, más aún por la crisis sin precedentes debido a la emergencia sanitaria que se expandirá a todas las áreas de la vida del país y del mundo. Pero primero tiene que poner orden en su interior, como una medida inaplazable para que sirva de valladar a los ataques de la reacción. El senador Ricardo Monreal llamó “a una tregua” al conflicto que se suscitó luego que aparecieron anomalías en el manejo de recursos en la compra de edificios para el partido durante la dirigencia de Yeidckol Polenvsky.

El actual dirigente nacional, Alfonso Ramírez Cuéllar, reviró: “Aquí no hay guerra, es un trámite normal de entrega-recepción”. El presidente López Obrador señaló: “Si hay pruebas de irregularidades, de probables casos de corrupción, se presenten denuncias y la autoridad competente resuelva”. Es preciso proceder cuanto antes, no dar margen a que los conservadores aprovechen circunstancias, por mínimas que sean, para seguir saboteando la 4T, con argumentos que los sectores menos informados de las clases medias aceptan para justificar su falta de compromiso con las mayorías.

[email protected]
Twitter: @VivaVilla_23