Por: Guillermo Fabela Quiñones

La cúpula reaccionaria pretende, infructuosamente, desviar la atención del tema de la violencia como una consecuencia de la descomposición social, con la salida falsa y burda de que la decisión de no aprehender al hijo de Joaquín “El Chapo” Guzmán, fue un hecho “irresponsable y cobarde”. Por supuesto que no es así, sino todo lo contrario, porque lo que sería una irresponsabilidad mayúscula hubiera sido continuar con el operativo en contra del vástago del jefe del cártel de Sinaloa.

Lo erróneo del operativo fue usar una táctica ineficaz en un momento en el que lo fundamental es serenar al país, y utilizar a la Guardia Nacional sin contar con la información necesaria para llevar a cabo la detención de Ovidio Guzmán. La hipocresía de los conservadores se les revierte al hacer acusaciones contra el gobierno del presidente López Obrador por haber tomado una decisión sensata que evitó una confrontación sangrienta de consecuencias imprevisibles.

Cabe puntualizar que lo que califican de “valentía” del gobierno fallido del usurpador Felipe Calderón, fue no sólo una irresponsabilidad criminal, sino una decisión impuesta por la Casa Blanca para meter a México en la vorágine de violencia que tuvo un saldo terrorífico. La prudencia del actual mandatario, en cambio, se puede calificar como la decisión de un estadista, que mira con visión de largo plazo, no para conseguir aplausos que se lleva el viento en lo que dura el ruido que provocan.

Lo que es conveniente remarcar, con una finalidad constructiva, es el apresuramiento para poner en marcha un plan táctico sin medir sus consecuencias estratégicas. Eso es lo inadmisible y lo que no conviene que se repita. Tiene razón el Ejecutivo al afirmar: “No nos importa que los conservadores, los autoritarios, quieran que se gobierne de otra manera. Ya ellos lo hicieron y no dio resultados; al contrario, enlutaron a México, convirtieron al país en un cementerio”.

Eso es lo que quieren que se haga ahora, no para que el país supere sus problemas de violencia y de inseguridad, sino con el propósito maléfico de hacer caer en la trampa que le tienen puesta al régimen de la «Cuarta Transformación», para que fracase y puedan retomar el poder con una finalidad revanchista y vindicativa. Por eso mismo es preciso ser muy cuidadosos y no actuar con ligereza, como al parecer fue el caso en el operativo contra el hijo de “El Chapo”.

Conviene insistir que no es razonable considerar como lo mismo a los cárteles históricos del narcotráfico con la delincuencia organizada. Son muy diferentes y hasta diametralmente opuestos. Esto quedó plenamente demostrado en dicho operativo fallido. Las trampas de los conservadores son y serán continuas hasta el final del sexenio, por eso es preciso actuar con prudencia y convicciones democráticas, lo que implica no perder el apoyo de las clases mayoritarias y la confianza en el futuro de México en el exterior.

El contexto internacional no es favorable a la «Cuarta Transformación», como lo indican los acontecimientos en Ecuador y Chile, demostrativos de las presiones de los organismos globales para que América Latina continúe bajo la férula del Fondo Monetario Internacional. México es una pieza fundamental en este avieso objetivo; se podrá neutralizar en la medida que la cúpula empresarial se dé cuenta del imperativo de impulsar los cambios progresistas que necesita nuestro país, favorables incluso a ellos.

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