Por: Guillermo Fabela Quiñones

Quienes hallan supuesto que, luego de la exitosa reunión del presidente López Obrador con su homólogo Donald Trump, los conservadores iban a frenar su odio y aceptar su derrota, se llevarán un chasco. Nunca lo harán, lo demuestra la experiencia histórica, mientras cuenten con recursos para continuar su labor de zapa. Prefieren perderlos que desistir de su empeño en continuar su modo de vida que consideran un derecho por su “superioridad de clase”.

Este es el fondo de su actitud irracional; lo es porque no comprenden que la realidad de México y del mundo se está transformando por el colapso de un modelo económico que demostró su inviabilidad, lo cual se hizo más evidente con la pandemia que llegó para quedarse un buen tiempo. Se trata del fin de una época y del comienzo de otra, cuyo desenlace tardaremos en visualizar y que a nuestra generación no nos tocará ver en la totalidad de su dimensión.

Los conservadores son incapaces de tener un mínimo sentido de que todo en la vida se transforma al igual que la naturaleza. No cabe en su pensamiento que sus privilegios se pierdan porque la plebe pretenda aspirar a comer tres veces al día, contar con factores básicos que dignifiquen su existencia. Aprovechan todo lo que está a su alcance para socavar cualquier cambio, por mínimo que sea.

Lo vemos ahora con la campaña activada en Internet por la Coparmex: #YoDefiendoalINE, que seguramente tendrá resultados contraproducentes para la derecha: Confirma que dicho organismo ha estado a su servicio y les da pánico que se convierta en un ente autónomo. Pretenden seguirlo utilizando como la máscara “democrática” que permite “legalizar” las irregularidades, componendas y fraudes electorales que garantizan la permanencia de un régimen podrido.

En un comunicado, dicho organismo empresarial dejó ver sus aviesas intenciones: “Enviemos un mensaje en unidad y con mucha fuerza a los siete ciudadanos (los consejeros electorales a su servicio, Lorenzo Córdova a la cabeza) que en este momento tienen en sus manos el futuro de nuestra democracia”. Claro, lo que ellos consideran “su democracia”, la del régimen caduco que nos condujo a la crisis social que obligó a que quienes están por encima de los organismos empresariales aceptaran lo inevitable: El imperativo de dar paso a un Gobierno social demócrata liderado por quien es el factor ideal para neutralizar un colapso inminente de permitir un nuevo fraude electoral.

La derecha no cejará en su empeño por desestabilizar el régimen de la Cuarta Transformación, menos aún si el presidente López Obrador no actúa con el sentido común que demostró en su reunión con Donald Trump. Volvió a insistir, como lo hizo semanas atrás, que los mexicanos “somos gente mayor, hemos actuado con mucha responsabilidad, porque el pueblo de México lo ha hecho de manera ejemplar”, así lo dijo en referencia al problema que no cede del COVID-19.

Como remate puntualizó: Tenemos que recobrar nuestra libertad, salir a la calle es necesario, y si ahí nos ganamos la vida, pues tenemos que hacerlo, cuidándonos. Sin embargo, los hechos han probado en más de tres meses que la mayor parte de la sociedad no se cuida. Antes había insistido “que no haya autoritarismo, prohibido prohibir, porque hay autoridades que tienen afanes autoritarios”.

Ante las circunstancias es preciso que el Gobierno federal asuma su responsabilidad frente a la pandemia. No es autoritarismo educar a un pueblo que el régimen corrupto dejó en la indigencia mental, física y material. ¿Acaso no son las comorbilidades herencia del neoliberalismo?

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