Por: Guillermo Fabela Quiñones

La emergencia nacional por la actitud intolerante y despótica del mandatario estadunidense, nos está llevando al imperativo de apuntalar la soberanía del país con hechos que tengan efecto inmediato, como en su momento histórico lo hizo el entonces presidente Lázaro Cárdenas. En este sentido, es una decisión atinada el acto de hoy sábado en Tijuana para impulsar la unidad nacional sobre bases concretas que demuestren a la Casa Blanca que los mexicanos defenderemos nuestro derecho a ser libres.

El presidente Andrés Manuel López Obrador ha insistido mucho en no dar paso a confrontaciones irreversibles, lo cual es correcto porque la correlación de fuerzas no favorece a su gobierno con apenas seis meses de ejercicio. Necesita ganar tiempo, aunque el inquilino de la Casa Blanca en Washington quiera acelerar su estrategia de golpeteo innecesario. Donald Trump sabe que para salir bien librado de los problemas personales que afectan su administración necesita actuar con rapidez. De ahí su beligerancia contra el gobierno de México.

Lo positivo del comportamiento irracional de Trump es que está unificando al Congreso en su contra, incluidos los congresistas del Partido Republicano. En París advirtió el jueves que “algo bastante dramático podría ocurrir”, luego de declarar que “ellos (los mexicanos) nos necesitan a nosotros; nosotros no los necesitamos”. Balandronada tan estúpida le va a ganar más antipatías de las que ya tiene. Lo más dramático que podría ocurrir es que lleve a cabo su amenaza de iniciar la imposición de aranceles escalonados a las exportaciones mexicanas.

Esto a su vez habrá de desencadenar mayor rechazo de sus propios simpatizantes, toda vez que las consecuencias demostrarían la fuerte interrelación comercial y política entre México y Estados Unidos. Se daría cuenta que ambos países nos necesitamos, que su soberbia es una muestra de total desconocimiento de la realidad, lo cual es el mayor inconveniente para una potencia que tiene enormes responsabilidades, no sólo con sus propios ciudadanos sino con el mundo.

Su saña contra el Gobierno de México está demostrando su incapacidad para gobernar a la que aún sigue siendo la principal superpotencia del mundo. Su actitud es como la de un poderoso elefante queriendo pisotear a un gato acorralado, sólo porque le molesta verlo en su camino. La élite política en Washington tiene conciencia ahora de que Trump está poniendo en ridículo a las instituciones de su país, que actúa como si siguiera manejando su emporio inmobiliario y que así lo seguirá haciendo.

Mientras tanto, los mandatarios de Rusia y China siguen reforzando su poderío con alianzas estratégicas de consecuencias que sólo un verdadero estadista en Estados Unidos podría prever y negociar antes de que sea demasiado tarde. Trump se refocila con nimiedades, ve los árboles en vez del bosque lo cual es muy preocupante para quienes tienen plena conciencia de la realidad del mundo contemporáneo, en Washington y en las capitales del Grupo de los Siete.

Sus sádicas presiones contra nuestro país se le habrán de revertir pronto. Son absolutamente injustificables, absurdas y virulentas. El problema de los migrantes es un asunto que Trump resolvería con un chasquido, es ficticio y lo sabe la clase política estadunidense. ¿Por qué no presiona a los mandatarios centroamericanos? ¿Por qué no actúan para frenar el creciente consumo de drogas en Estados Unidos?

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