Aunque suene a utopía
Por: Luis Alberto Jorge López Chávez
La búsqueda del poder es algo intrínseco en el ser humano, algo natural, se encuentra íntimamente relacionada con el instinto de supervivencia: Trascender. La manera más sencilla de trascender para quienes pasamos por este mundo es dejar descendencia: Nacer, crecer, reproducirse y morir.
Para otros, la trascendencia va más allá de lo biológico, la búsqueda se extiende a dejar un legado que supere lo corpóreo, buscan ser recordados en la eternidad, ganar esa lucha por vencer el tiempo, estacionarse en lo eterno y ser recordado por personas y generaciones que de otra manera no concebirían su existencia.
Nos podemos remontar a los distintos instrumentos para llegar a ese poder, y buscar esa trascendencia, desde el uso de la fuerza hasta el uso de la razón, la astucia y la influencia para organizar grupos y cumplir fines comunes y particulares.
En México a inicios del siglo pasado, específicamente posterior a la revolución mexicana esa sinergia de fuerza, razón, influencia y astucia desembocó en la institución formal de partidos políticos iniciando con la creación del Partido Nacional Revolucionario, posteriormente el Partido Acción Nacional y de manera periódica y consecutiva siguió una lista casi interminable de partidos políticos; algunos más sólidos y más organizados que otros, algunos también efímeros e intrascendentes, algunos otros creados para fines específicos. Existen aún hoy quienes luchan por alcanzar ese tres por ciento de preferencia para lograr su subsistencia y acceder a las arcas del erario.
Ahora bien, sabemos que el vehículo en el que desemboca ese poder hasta nuestros días son los partidos políticos, formados con distintas bases ideológicas, se puede decir que existe una institución política para cada manera de pensar, se han divido en vertientes: Izquierda, derecha, centro, por decir algunas.
Lo que hemos dejado totalmente de lado, es que es imposible encasillar el pensamiento individual y particular de cada persona en un ente o en una ideología colectiva, ya que, aunque existan puntos de coincidencia, también existirán de disidencia, en los miembros que conforman estas asociaciones políticas.
Las alianzas en México, se han dado desde que existen los grupos de poder, fue el comandante en jefe del ejército realista Agustín de Iturbide, quien en conjunto con Vicente Guerrero comandante en jefe del ejército insurgente, consumaron la independencia de México hace casi 200 años. Hoy en algunos estados del país se escuchan rumores sobre alianzas entre PRI y PAN, es una posibilidad que espanta a una generación, y que en lo particular veo poco rentable e innecesaria para el PAN, sin embargo, no hay que dejar de lado que anteriormente ya se han dado entre partidos con ideologías diametralmente distintas: PAN con PRD, Morena con PVEM y así sucesivamente, en las cámaras legislativas esas alianzas anti ideológicas han sido aún más evidentes.
La realidad es que no nos podemos espantar o satanizar alianzas de distintos grupos de poder por más burdas que puedan parecer, en la búsqueda del poder, las ideologías quedan rebasadas, personajes crean partidos y pasan de un partido a otro, los partidos políticos desaparecen y regresan, las alianzas, candidaturas comunes y coaliciones negocian número de votos y posiciones a la conveniencia y antojo de unos cuantos, los candidatos independientes no han despegado por que descienden de la misma dinámica de poder de los partidos políticos, lo único seguro es que un partido no garantiza el buen o el mal Gobierno, los partidos no dejan de ser instituciones y las instituciones las hacen las personas, perfectibles, no perfectas, buenas y malas. No son los partidos o las ideologías, es el pensar y el actuar diario, el ponderar lo colectivo a lo individual, el buscar el bien común, el anteponer el idealismo al pragmatismo, aunque suene a utopía.
Twitter: @luislopezdgo