Por: Socorro Soto Alanís

Una de las noches más largas, llena de vergüenza, dolor y muerte y que ha manchado de sangre la historia moderna de México, es aquella del 26 de septiembre del 2014. Fecha en que varios grupos secuestraron, torturaron, dieron muerte y desaparecieron a 43 estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa, Guerrero. Muchas acciones a cuál más de criminales en pocas horas. Con precisión y cadena de mando impecable, a sangre fría desviaron cuatro camiones que los normalistas se “habían prestado” de la central de autobuses para movilizarse a la Ciudad de México. La movilización para recuperar a uno de los camiones fue eficiente y rápida; y entre las diversas órdenes, la confusión y la emergencia, los autobuses fueron llevados a quien sabe dónde y hasta ahí los comunicados oficiales de las autoridades de entonces.

La “verdad histórica” que cansó a los funcionarios responsables de la verdad y la justicia, no nos convenció. Explicaron con lujo de detalles que los estudiantes habían sido quemados en un basurero de Cocula y sus cenizas aventadas al río San Juan. Nadie les creímos, con un poco de lógica era imposible suponer que 43 cuerpos humanos fueran incinerados sin que nadie se diera cuenta. El olor, el tamaño de la hoguera, la inmensidad e intensidad de las llamas, eran por demás imposible que se hubieran realizado sin haberse notado, ni haber dejado huella. Cerraron el caso. De ese tamaño es nuestra desgracia.

Los padres y madres de los 43 estudiantes iniciaron una marcha interminable para buscar a sus hijos, lloraron, rezaron, gritaron y se levantaron sobre las heridas de su dolor inmenso y empezaron su éxodo, dijeron y a ellos sí les creímos que no pararían hasta encontrarlos y no han parado, ni un solo día. Aquí, en Durango, los recibimos, los acompañamos, nos movilizamos una y otra vez con la certeza de que masacres así nunca más se deben repetir.

México fue, una vez más, centro de atención del mundo entero. Sobrecogidos y asqueados reprobamos a un Gobierno capaz de encubrir tremenda masacre. Se maquilló la situación y se manipuló la información. Se contrataron a especialistas como el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI), formado por médicos y abogados en defensa de los derechos humanos y de países que han sufrido este tipo de calamidades.

Seis años después, se reabren las carpetas de investigación, se recomponen los hechos, con lo que queda, porque desaparecieron muchas evidencias. El Gobierno de la República encabezado por Andrés Manuel López Obrador, se ha reunido con los padres de Ayotzinapa, les ha prometido que se llegará a la verdad y sabrán el paradero y las condiciones en que desaparecieron a sus hijos. Ha nombrado a uno de los hombres más cercano y con compromiso con México y con la transformación del mismo Alejandro Encinas, subsecretario de Gobernación. Démosles un voto de confianza por salud nacional, por compasión con las familias, por rescatar a una sociedad que se empeña en autodestruirse.

Twitter: @cocosotoalanis