Por: Socorro Soto Alanís

La pandemia continúa azotando al mundo. El Coronavirus, que es más pequeño que un grano de azúcar, sigue invadiendo organismos humanos y no se agota. Misterioso, mortal, invisible, ha contagiado a 37 millones y han fallecido más de un millón de personas en el mundo. Nadie en ningún país estaba preparado.

México, con un sistema de salud desmantelado por años, no es la excepción; han fallecido 84 mil personas y tenemos más de 820 mil contagiadas. En nada han ayudado los pésimos hábitos alimenticios. El año 2020 ha sido catastrófico, inédito, mortal y las consecuencias seguirán por meses. Mantener la vida es un regalo cotidiano.

El homo sapiens ha vivido una transformación asombrosa y su etapa actual corresponde a la era cibernética, atrás quedó la modernidad y la globalización, nos azota con el virus en toda nuestra aldea global. Navegamos en medio del ciberespacio sin previo aviso, sin prepararnos y a rajatabla. Los jóvenes y niños son los mejor adaptados a los aparatos, ya los usaban, pertenecen a la generación selfie, el Nintendo los preparó y hoy se la pasan del zoom, al whats, al Facebook, al Twitter y a las APPs. Así los tiempos, esta es nuestra nueva realidad; no hubo consulta.

Lo anterior ofrece un mundo nuevo, una nueva era civilizatoria recorre el planeta; algunos, los menos están encantados. La mayoría extrañamos a los otros, a la calle, al paisaje, a la novedad y esto ya está aburrido y rutinario.

Las condiciones económicas se sobreponen, clasifican y excluyen. Aquí están las llamadas clases sociales y habrá millones de excluidos que no tienen acceso a la computadora, al celular y sus múltiples aplicaciones, ni al café internet y verán la era cibernética a través de los aparadores. Buscarán los medios para hacerse de aquello que la vida injusta les regatea.

El aislamiento nos tiene entre paredes, sin reuniones, sin viajes, sin visitas y vaya que somos de manada y gregarios; nos hace falta el contacto humano, las conversaciones, los abrazos y los apapachos. Todo lo anterior está prohibido y se volvió un objeto de deseo.

De la reunión virtual de trabajo, a la familiar, también virtual. Facebook y Twitter nos regalan noticias, declaraciones, rencores, frustraciones, buena vibra y tienen un gran poder adictivo. Claro, al instante nos ofrecen imagen, color, texto, novedades y los seres humanos somos esencialmente curiosos, por un lado y por el otro, tenemos la necesidad vital de dejar testimonio, así sea de que se nos quemó el arroz, como diría nuestra poeta mayor Rosario Castellanos. Abrazos con gel y a cuidarnos.

@cocosotoalanis