Cierto es…
Por: Juan Alberto Esquivel y Cebrián
Cierto es… que el señor López ha tenido algunos aciertos en la administración del Gobierno federal. Por ejemplo, mejoró el salario mínimo; hizo que grandes empresas -nacionales y trasnacionales- pagaran los impuestos que, por años, habían evadido; ha logrado mantener el peso más o menos estable frente al dólar y tal vez, haga realidad un sueño nacional: el ferrocarril transístmico en Tehuantepec.
También ha conservado, con algunas variantes, la práctica que los gobiernos priistas y panistas utilizaron como política clientelar (modo elegante de decir compra de votos mediante «programas sociales»), aunque lo está haciendo de una manera menos productiva, desde el punto de vista económico y de beneficio social, pero eficaz electoralmente y, mejor aún, para que el titular del ejecutivo federal luzca como «buena gente».
También ha denunciado con mucho énfasis, la corrupción imperante en los gobiernos anteriores, aunque solo ha puesto en prisión, sin poderle probar los delitos achacados, a quien considera como su enemiga política y, en cambio, mantiene a su lado a verdaderos prófugos de la justicia, como Napoleón Gómez Sada, líder minero que se había huido a Canadá para evitar la investigación por un fraude millonario que, al parecer, cometió contra sus representados y a quien el habitante del palacio nacional hizo senador plurinominal.
Con ese mismo discurso anticorrupción, ha desmantelado muchos programas de pleno beneficio social, como las guarderías, las casas de refugio para víctimas de la violencia doméstica y los programas de apoyo a la población para casos de siniestro; ha provocado un muy serio desabasto de medicamentos para la medicina social y se apropió de los fondos destinados al estímulo de la ciencia, el deporte y el arte, pero sin identificar a ningún responsable de tal corrupción y, lo más importante, con ese discurso ha enardecido el resentimiento crónico que tenemos los mexicanos contra todos los gobiernos que hemos tenido desde la independencia y todo esto no para corregir lo que con tanta visceralidad denuncia, sino para tan solo anunciar que él es mejor que los anteriores; esto es, buscando el culto a su persona.
No se puede negar que en sus discursos enciende la esperanza que tenemos los mexicanos de disfrutar, ¡por fin!, de un Gobierno eficaz, eficiente y honesto pero, en la realidad sólo ha mostrado poca capacidad para gobernar; mucho encono contra quienes ponen algún obstáculo a sus disposiciones; una gran disposición hacia obras faraónicas, aunque los especialistas las califiquen como poco funcionales y grandes consumidoras del dinero público así como la mala costumbre de usar la fuerza del gobierno, como la UIF o la PGR, para amagar y extorsionar a sus opositores.
En suma, en sus discursos manifiesta interés por mejorar las actuales condiciones del país pero en el acto de gobernar demuestra poca capacidad para hacerlo pues es evidente que no maneja lo elemental de la planeación y el control de sus emociones y, principalmente, manifiesta poco conocimiento y menos respeto por las leyes.
Por eso es necesario que tenga contrapesos para que, cuando sus ocurrencias, nacidas de su hambre de poder o de sus emociones mal controladas, lo lleven a emitir ordenes disparatadas o fuera de la ley haya alguien que se lo impida.
Así que hay que razonar muy bien nuestro voto y acudir sin falta a depositarlo.
O ¿Tú qué opinas, paciente lector?