COVID-19
Por: Emmanuel Salazar
Conforme pasan los días, toma cada vez más forma la eventual paralización de la economía de México, y de otros países, incluido Estados Unidos, en donde también se teme el golpe que tendrá en las finanzas de la población, aunque por el momento la salud parece prioridad.
En nuestro México y especialmente en Durango, no estamos impuestos a tener esa sana distancia que ahora enuncia el Gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador, y casi nadie se salva de querer rozar la piel del otro en una falta de conciencia del espacio vital.
Hace algunos años tome conciencia de cómo en México no conocemos el espacio vital, y cómo nos encanta estar prácticamente uno encima del otro, sin el menor rubor, y eso ahora es un verdadero problema. Este martes tuve la necesidad de ir a pagar el recibo de luz, y como había mucha gente me formé entre decenas de duranguenses, quienes han escuchado sobre la sana distancia, pero igual no respetan el famoso metro de distancia.
Mi intención de lograr mi metro, al menos con la persona que iba adelante de mí, sucumbió ante el comentario de una mujer de la tercera edad, quien me cuestionó que si hacía fila, a lo que asentí y le recordé la recomendación sanitaria, y en respuesta me dijo: “De todos modos nos vamos a morir”. Y le respondí: “Yo no tengo ganas de morir”, “claro, usted es joven”, replicó la mujer quien siguió casi transpirando en el hombro de otra mujer de la misma edad que hacía fila.
Posteriormente, un agente de policía, al verme que portaba cubre bocas, me pregunto que si estaba enfermo, le dije que era para prevenir, y entre risas me dijo que más mataba la influenza.
Ojalá y esa idiosincrasia nos permita sortear de mejor forma la amenaza del COVID-19, ojalá y nuestro calor nos salve de una desgracia mayor, pero de no ser así tendremos mucho tiempo para reflexionar y quizás cambiar un poco nuestra forma de ser.
Hace 10 años, un amigo que entonces trabaja igual que yo en Grupo Reforma, decidimos probar en un estadio de básquetbol el espacio vital del estadounidense promedio, y quedamos sorprendidos, pues, aunque nos atravesamos en diagonal con respecto al sentido que llevaban los cientos de asistentes en un pasillo, nunca chocamos con alguna otra persona, las cuales prácticamente huían antes que chocar con nosotros. Entonces reconocí nuestra falta de conocimiento de espacio vital.
Comentarios: @jemmanuelsr