Por: Emmanuel Salazar

Entre marzo y mayo, Durango perdió siete mil 487 trabajadores inscritos ante el IMSS, lo que deja entrever la magnitud de la crisis económica que genera la emergencia sanitaria del COVID-19, aquella que se busca amainar con el aislamiento y la parálisis.

En el relato de la tragedia, en marzo disminuyeron 748 plazas inscritas ante el IMSS, en abril fueron cuatro mil 205 empleos asegurados eliminados y en mayo fueron dos mil 534 puestos de trabajo que quedaron dados de baja ante el Instituto.

Así, los 238 mil 087 asegurados que quedaron vigente ante el Instituto al cierre de mayo hacen retroceder dicho indicador a los niveles que se tenían en la entidad hace poco más de dos años, en septiembre de 2017 cuando se contabilizaban 237 mil 971 empleados asegurados.

Todo lo anterior es única y exclusivamente entre aquellos trabajadores duranguenses que laboran en la formalidad, pero aún falta estimar cómo le ha ido al 50 por ciento de los trabajadores duranguenses que se emplean de forma informal.

Los efectos de la pandemia se han prolongado pues si el 12 de marzo se reportó el primer caso de COVID-19 confirmado en la entidad, específicamente en el Hospital Santiago Ramón y Cajal del ISSSTE, hasta el lunes 15 de junio sumaron 988 casos positivos de Covid-19, además de acumular hasta 92 defunciones atribuidas a dicha enfermedad.

Ante el efecto devastador que ha tenido la epidemia en la economía muchos se han llegado a preguntar si en verdad no fue exagerado parar las actividades económicas, sin embargo, ante el número creciente de defunciones también se genera la idea de que la pérdida económica es el mal menor.

La debacle económica que se asoma ha generado incluso que desde el 1 de junio se haya decidido contra viento y marea abrir la construcción, minería y el sector automotriz, además de permitirse a parte del comercio reabrir.

En la semana pasada ello generó aumentos importantes en los niveles de contagios, pero realmente no se tiene mucho margen como para mantener a la población en sus casas, pues o nos morimos del COVID-19 o de hambre.

Ante la dura realidad lo único que queda es redoblar las acciones que permitan prevenir el contagio, y regresar al medioevo y amurallarnos en nuestras casas mientras podamos.

Los retos económicos son enormes, y para colmo inicia ya los preparativos del próximo año que será electoral.

Comentarios: @jemmanuelsr