Por: Ernesto Escobosa

Los integrantes de la anterior Legislatura de Durango, al parecer, creen que la productividad legislativa es aprobar el mayor número de iniciativas posibles, aunque estas sean absurdas, de moda o coyuntura, jurídicamente inviables y sin características para que en la vía de los hechos sean de observancia general. En Durango no hay debate público porque no hay oposición, ni en los partidos políticos, no la hubo en el Congreso ni en la gran mayoría de los medios de comunicación, las organizaciones civiles, los colegios de profesionistas, las cámaras empresariales, ni en otros segmentos sociales; hay demasiada tolerancia y complacencia a los excesos, errores y extravíos de los gobernantes y de los políticos. No se puede seguir actuando en lo público como si todo el mundo fuera como Durango, las comparaciones son buenas, los puntos de referencia permiten hacer juicios de valor y de entendimiento de la realidad que se vive en el estado, más allá de lo que dicen los políticos en sus entrevistas, en Redes Sociales y en sus informes, la gente pobre, clasemediera y los ricos, tienen otra percepción.

Tan degradada está la política que cualquiera expresa públicamente que quiere ser gobernador; Durango no es el Chiapas del Norte, lo es del país, porque ni siquiera tenemos la mitad de su Presupuesto de Egresos, aquí no se han sabido, no se ha querido o no se han podido administrar y fortalecer las capacidades productivas y la competitividad en relación a otras entidades de la república, con todo y las riquezas naturales y las potencialidades de la gente. Durango es un estado en el que hay pocas oportunidades de empleo, trabajo y negocios.

La Laguna tiene sus propios ritmos y la capital sigue inmersa en el aletargamiento de una burocracia centralizada en la que se aspira a depender del Gobierno para tener ingresos seguros, el desperdicio de muchos talentos tiene una relación directa con la falta de liderazgos transformadores en todos los ámbitos. La alternancia política ha demostrado no ser la solución para superar la compleja problemática acumulada por décadas, el último punto de quiebre para replantear las rutas de la transformación fue con Ismael Hernández Deras y evidentemente no se supo aprovechar; hubo una involución que llevó a los últimos gobiernos a asumir las formas tradicionales de solamente administrar los excedentes del presupuesto que no se destinan a nómina y a gasto corriente, es evidente la falta de gestión de recursos federales por la carencia de proyectos de alto impacto.

En 2022 habrá elecciones a gobernador y se dará otra posibilidad de replantear el rumbo del desarrollo, los electores tendrán la disyuntiva de impulsar la continuidad o el cambio, hasta el momento, de todos los que han declarado que quieren ser el próximo gobernador, la mayoría, por sus carencias y falta de preparación, da pavor solo de imaginarlos en la gubernatura, considero que no hay más de dos que realmente pudieran saber qué hacer con el poder público en caso de ser candidatos y ganar la elección.

Twitter: @ernestoescobosa