Por: Ernesto Escobosa

Los grupos pro aborto son los que se autodefinen como verdaderos feministas y excluyen a las demás mujeres que no comparten esa causa o que se oponen a ella, consideran que solo las mujeres tienen derecho a hablar de feminismo como si no fuera una dinámica social que afecta a todos debido a que las distintas corrientes de pensamiento interactúan y tienen consecuencias en los diversos ámbitos de convivencia humana, tanto públicos como privados. La homologación de sueldos fue la causa que originó el movimiento feminista internacional en Nueva York durante el Siglo XIX y esa iniciativa, casi dos siglos después, se empezará a debatir en el Senado de la República y de aprobarse, representará una gran reivindicación a los derechos de las mujeres, lo cierto, es que las capacidades profesionales son muy independientes del género y se debe partir de esa perspectiva.

En México tradicionalmente se ha legislado en cuestiones de género de una forma muy irresponsable porque concibe a la mujer como inferior al varón; desde que los políticos se dieron cuenta de que el feminismo les permitía lucrar electoralmente los dislates legislativos que redundan en otorgarle privilegios a las mujeres que en muchos de los casos en vez de beneficiarlas las limita como personas y como profesionales; la criminalización de los varones es otra tendencia legislativa que rompe con el fundamento constitucional de que todos los mexicanos, independientemente de su género, son iguales ante la Ley. El feminismo machista institucional con el que se benefician algunas mujeres que toman lo que más les conviene de ambas perspectivas ha venido propiciando un desequilibrio en el ejercicio de derechos y obligaciones por cuestión de género; se debe llegar a un punto en que haya una igualdad legal objetiva entre las personas, hay controversias civiles y penales entre varones y mujeres que se desahogan en los juzgados en las que desde antes de iniciar las mujeres ya tienen ventajas procesales solamente por su género.

Ni todas las mujeres son honestas y dicen la verdad, ni todos los hombres son violentos o abusadores sexuales y eso no lo entiende el adoctrinamiento del feminismo radical, la violencia no es cuestión de género, la ejercen tanto varones como mujeres, los desequilibrios y trastornos emocionales que propician conductas destructivas o incluso delictivas, afectan tanto a los unos como a las otras. Hay una gran impunidad en delitos violentos en los que las víctimas son mujeres, pero también la hay en los que se cometen en contra de varones, la ineficacia en la prevención de delitos, en su investigación y en la procuración de justicia es generalizada en todos las entidades del país, las fiscalías estatales cada vez son más inoperantes, no solo por la corrupción, también por la falta de preparación de los agentes del Ministerio Público y las policías investigadoras; según la relatoría de Derechos humanos de la ONU la principal técnica de investigación en México sigue siendo la tortura en todas sus modalidades para propiciar que los detenidos se autoinculpen.

La comisión de delitos solo se reduce deteniendo y sancionando a un alto porcentaje de quienes los cometen, no incrementando las penalidades como se está haciendo en nuestro país; la desaparición y homicidios de mujeres se ha incrementado porque las policías preventivas no tienen la capacidad de inhibirlos, las policías investigadoras de esclarecerlos, el Ministerio Público de utilizar métodos científicos para demostrarlos y los juzgadores para procesarlos objetivamente. Para estar en contra de los abusos hacía las mujeres y a favor de que ejerzan sus derechos plenamente no se necesita ser feminista, solo sensibilidad humana y sentido común; lo cierto, es que el discurso oficial trata de convencer que ser feminista es lo políticamente correcto, aunque no todas las perspectivas del feminismo sean constructivas, incluyentes y socialmente útiles.

Twitter: @ernestoescobosa