Por: Iván Soto Hernández 

En los últimos años se aprecia un notable decremento de la participación de la sociedad civil organizada en la vida pública de Durango y de los duranguenses. Y ahí, sin duda, radica una buena parte del por qué seguimos enfrascados en un mundillo dominado por los políticos y liderado por quienes ostentan el poder.

Las cámaras empresariales, por ejemplo, sistemáticamente tienden a convertirse en comparsa y socios de los gobiernos en turno.

La participación de varios líderes de la Iniciativa Privada local en el mal logrado Fondo Durango, conocido como “Sedecogate” por su escandaloso manejo, prácticamente ha anulado a la mayoría de las voces provenientes del sector empresarial.

Otro ejemplo es la UJED, institución referente no solo en el ámbito académico sino como organismo de la sociedad, ya que hoy en día es otra de las trincheras inertes, más aún desde que llegó el actual Rector, Rubén Solís.

El Tecnológico de Durango es otra institución que no pasa por su mejor momento, pues, aunque ahí se han hecho más esfuerzos por vertebrarse con la comunidad, su impacto en el desarrollo local es marginal, casi imperceptible.

Las iglesias, y particularmente la católica, han permanecido al margen de la agenda pública desde hace varios años, casi a la par de la llegada de Faustino Armendáriz, quien simplemente se fue al extremo opuesto en relación al hiperactivismo mediático y político de Héctor González.

Los colegios y gremios de profesionistas, así como organismos sindicales, han optado por asomarse poco y no contrastar casi nunca a las autoridades. Prefieren estar bien con el poder, aunque se alejen de lo que opina y piensa la gente. Muchos de los liderazgos sociales han sido constantemente exhibidos por abusar de viejas prácticas como el chantaje y el canje de su capacidad de movilización, a cambio de prebendas de tipo personal o familiar.

La prensa convencional, mientras tanto, no profundiza, no investiga y no se arriesga a practicar la denuncia social como algo cotidiano, por temor a ver afectados los principales contratos de publicidad ya que estos siguen usándose como herramienta de control por parte de todos los entes públicos que los generan.

En medio de este contexto, con una sociedad civil achicada, desplazada o incluso corrompida en algunos casos, los partidos políticos y sus representantes se quieren mostrar como el único camino de organización y participación. Y es justo por eso que una vez más, todos o casi todos estamos muy enterados y preocupados por el próximo proceso electoral que concluye la primera semana de junio de 2022.

Lamentablemente, de aquí a la elección es muy pronto para pensar que se pondrán de pie varios de los más fuertes sectores en los que participa la sociedad civil organizada de Durango. Pero, ojalá el 2022 sea el momento propicio para que la ciudadanía despierte y no les deje toda la cancha a los políticos, a sus organizaciones partidistas y a sus intereses de grupo.

Sería lo ideal que a partir del próximo año tengamos más sociedad y menos política en la toma de decisiones, para ello requerimos:

1.- Empresarios y organismos patronales y sindicales fuertes, que vean por Durango y no solo por su beneficio personal o grupal.

2.- Instituciones educativas vivas, que despierten de su letargo y se den cuenta que Durango los necesita activos y comprometidos.

3.- Iglesias y grupos civiles enfocados en temas que tengan beneficio general, y no solo en la agenda ideológica que abrazan.

4.- Prensa competitiva, con ganas de ser libre, tendiente a exigir una relación más transparente con las autoridades.

Twitter: @IVANSOTTOH