Por: Gilberto Jiménez Carrillo 

Sería difícil encontrar otro personaje en la historia mexicana que haya generado tan larga y tan apasionada controversia como el legendario durangueño José Doroteo Arango Arámbula. Tanto en la muerte como en la vida, ha inspirado el amor más leal y el odio más profundo. Entre la maraña de chismes, rumores, mentiras e invenciones, es difícil, y tal vez imposible, llegar a un juicio objetivo sobre este personaje. Aquel ser humano, real, de carne y hueso, ha cedido ante la leyenda, una leyenda que ha cautivado la imaginación del mundo entero. Si se le pregunta a un extranjero sobre la Revolución Mexicana, es probable que el único nombre que conozca de tan larga lista de protagonistas, sea el de Villa, si conoce otro será el de Zapata… y basta. Con defectos y virtudes, Francisco Villa es el personaje históricamente más famoso que existe en el mundo y además nos da identidad como mexicanos. A 141 años de su nacimiento, José Doroteo Arango Arámbula aún es objeto de investigaciones y análisis que lo convierten en un personaje que no pasa de moda y cuya figura permanece vigente. Agregado a ello, la tradición oral y las historias que por generaciones platican las familias del norte de México sobre Pancho Villa, lo convierten en una figura de leyenda cuyo nombre sigue retumbando en la memoria de un pueblo que admira y respeta las hazañas del «Centauro del Norte». Este miércoles 24 de julio, en punto de las 18:30 horas y como ya se ha vuelto una costumbre, en el museo Villa, se presenta el libro “El Güero Doroteo Arango” de la autoría del escritor e investigador chihuahuense Ernesto Visconti Elizalde. Ésta es la historia de un personaje que cambiaba de nombre y de vida con frecuencia; que era mejor conocido por sus apodos que por su nombre de pila: “El gorra gacha”, “la fierona”, “el güero”, “el minero”, “nalgas de fierro”; que desaparecía por largas temporadas y cambiaba constantemente de oficio. La historia de un hombre que robó a los hacendados, que mató rurales en defensa de su vida, que hurtó a los ricos con la idea de repartir el botín entre los pobres. Un hombre acusado de matrero y facineroso que desde que tuvo mando, creó una red de complicidades a la que impuso sus propias normas de las cuales la más importante era el cumplimiento de la palabra, esa que se honra y jamás se traiciona. Ésta es la historia de un hombre que acostumbraba a cambiarse tantas veces de nombre como de sombrero: Alfredo Villa, José Beltrán, Alberto Rodríguez, Rayo Suceda, entre muchos otros. De un bandido que no amanecía en el mismo lugar y que jamás confió en nadie, ni siquiera en su sombra. La historia de un bandido que se unió a un movimiento que apenas comprendía en busca de redención, cosa que logró; de un forajido que recorrió las veredas y caminos de los estados de Durango y Chihuahua. Su nombre Doroteo Arango, alias ”Francisco Villa”. El tema de los alias o sobrenombres de Doroteo Arango es, desde varios ángulos o facetas, un punto de atracción. Arango hizo uso de sus primeros alias cuando llegó a radicar a Parral a principios del siglo XX. Cambió de estado, de ciudad, de nombre y apellido y, de algún modo, de personalidad, pero nunca dejó de ser «El Güero» Doroteo Arango.