Por: Gilberto Jiménez Carrillo

Hace unos días se conoció la noticia de que en las elecciones de seis estados el año próximo, el 50 por ciento de los cargos en disputa será para mujeres, esto en razón de la mal llamada equidad de género. Eso causa molestia tanto entre hombre como en mujeres, ya que, si en algún estado surgen como candidatas mujeres con poca experiencia, malos manejos financieros y pasado turbio en la administración pública y posteriormente se convierten en gobernadoras, entonces pobre estado, le va a ir muy mal y eso arrastra a la población desde luego. Se utiliza el mito de las diferencias biológicas para explicar la ausencia de mujeres en posiciones de liderazgo. No existe ninguna muestra o evidencia científica rigurosa que demuestre que hombres y mujeres tengan capacidades intelectuales o psicológicas distintas.

Acaso las mujeres tienen el cerebro rosa y los hombres lo tienen azul. ¿Hablan hombres y mujeres lenguajes distintos? No verdad. Acaso Kamala Harris, vicepresidenta de Estados Unidos ocupa esa posición solo porque es mujer. Claro que no, la señora es la segunda al mando de la potencia mundial por sus capacidades y conocimientos, no solo por ser mujer. ¿Por qué hombres y mujeres no están igualmente representados en las posiciones de liderazgo político y económico? ¿Por qué la segregación ocupacional por sexo es tan alta? Las explicaciones más recurrentes se centran en las diferencias biológicas entre sexos.

Por ejemplo, abundan los argumentos que defienden que hombres y mujeres priorizan cosas distintas en su vida, mientras que las mujeres priorizan las relaciones personales, la empatía, y el cuidado, los hombres dan mayor relevancia al bienestar económico, al liderazgo, a la competición. Otras explicaciones parecidas aluden a la falta de ambición de las mujeres, a la menor confianza en sus propias capacidades en comparación con los hombres. Sin embargo, este razonamiento no tiene base científica. No es más que un mito. Entonces ¿por qué está tan extendida esta idea?

Las diferencias psicológicas y de comportamiento entre sexos se deben mucho más a la forma en la que los padres criamos a nuestros hijos, la manera en que las escuelas los educan y la influencia que los medios de comunicación tienen en la formación de valores y creencias de niños y niñas sobre el papel que les corresponde en la sociedad. En pocas palabras la socialización parece contar más que las diferencias biológicas. Claro que hombres y mujeres son distintos, pero no porque su cerebro o capacidades sean distintas, sino porque su sexualidad es diferente y ello tiene consecuencias físicas y sociales. Vivimos en un mundo de estereotipos de género.

Los mitos de género pueden generar un efecto opuesto al que se esperaba. La estabilidad y la sostenibilidad de nuestras sociedades necesita del equilibrio de género porque una sociedad justa no puede seguir permitiéndose el lujo de desaprovechar la inteligencia y la creatividad de millones de mujeres, pero que estos logros no se obtengan por mandato de un ordenamiento legal, sino por capacidad.

En Durango, las candidaturas deberán de designarse por experiencias y capacidades no por sexo, o acaso Michelle Bachelet o Angela Merker, llevaron exitosamente los destinos de Chile y Alemania solo por el hecho de ser mujeres, claro que no.

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