Por: Luis Alberto J. López Chávez

El fin de semana pasado se llevaron a cabo un par de elecciones atípicas en los estados de Coahuila e Hidalgo, para la renovación de la Legislatura local y presidencias municipales, respectivamente. Las mismas fueron atípicas por que se desarrollaron en medio de la contingencia por COVID-19 que embate actualmente al mundo entero.

Estas fueron las primeras elecciones en México que tuvieron que posponerse, aún así se desarrollaron en un ambiente de incertidumbre por que la contingencia siguió su curso sin que bajaran de manera considerable los contagios, fueron atípicas en muchos aspectos, pero sumamente típicas en otros: 16 Diputaciones y la mayoría de las alcaldías, para el partido en el Gobierno estatal, las típicas elecciones de Estado, la especialidad del PRI.

Los resultados dan pauta para muchas interpretaciones: ¿Que si el PRI está de vuelta? ¿Que si Morena se está desmoronando? ¿Que si los partidos de oposición no fungen como real oposición? La realidad es que con una participación menor al 50 por ciento en Hidalgo y una menor al 40 por ciento en Coahuila, no se puede reflejar la verdadera voluntad ciudadana.

Se le puede atribuir a los males de la contingencia, no obstante, este fenómeno lleva gestándose desde tiempo atrás, el ciudadano común sigue desentendido de su sistema democrático, el partido hegemónico a nivel nacional adolece de organización, proyecto y fondo; confirmado la teoría de que llegó solamente para cumplir un fin: Ayudar a ganar al ahora Presidente, en lo consecuente, se sigue desmoronando en enfrentamientos tanto a nivel nacional, como en lo local en las distintas regiones del país.

El PRI no puede alzar campanas al vuelo ni festejar esta victoria como un regreso triunfal, fue simplemente un coyuntura, la participación fue lo suficientemente baja para ganar con base en una estructura añeja y con limitaciones, pero efectiva bajo ciertos parámetros, la formula es fácil, cuando los niveles de votación no superan el 60 por ciento de participación da pie a que las estructuras de los partidos, (donde el Revolucionario Institucional es profesional) operen y ganen con base en un sistema que lleva años establecido y alimentado por el Estado, un sistema que ha dejado a Coahuila e Hidalgo con 90 años de un mismo partido, 90 años sin alternancia.

No es que el PRI haya resurgido de las cenizas, simplemente se trata de sus últimos bastiones, a los que se aferra con uñas y dientes, en un país donde las transformaciones han quedado a deber y al ciudadano común se le acaban las opciones para ver un cambio real en su forma de Gobierno y de vida.

Tal vez Coahuila e Hidalgo conozcan dentro de no mucho la alternancia, solamente habría que agregar que no es suficiente una alternancia de partido político, también es necesaria una alternancia de forma de hacer política, una alternancia de pensamiento, mientras eso no suceda, el PRI seguirá sobreviviendo, con base en sus practicas tradicionales, con base en una estructura de Estado.

Twitter: @luislopezdgo