Por: Daniel Huizar

En diciembre del año 2019, nuestro país venía cerrando un ciclo económico que llamaba a la puerta de una recesión inminente, las actividades primarias, secundarias y terciarias venían cuesta abajo, la incertidumbre de empresas extranjeras de invertir en territorio mexicano era cuestionable, no veían un futuro prometedor. Mientras tanto, el continente asiático entraba en crisis sanitaria por el descubrimiento del SARS-CoV-2 afectando a la población de Wuhan China y causando alerta en todo el mundo; México, al igual que todos los países del planeta, no estaba listo para enfrentar tal catástrofe sanitaria y minimizó por completo las consecuencias que esta traería.

El 18 de marzo de 2020 se da el primer fallecimiento a consecuencia de la pandemia en México y a los dos días se implementa la suspensión de clases en todo el territorio, para posteriormente dar inicio a la jornada de Sana Distancia. Para el 21 de abril de ese año, se da la declaratoria de la fase 3 de emergencia sanitaria donde la fase es denominada “contagio epidémico”, que implica un gran número de infectados y hospitalizaciones; los casos aumentan a miles y la dispersión se da a nivel nacional. La ciudadanía comienza a tener temor, las empresas cierran sus puertas al público, se pierden cerca de 55 mil empleos formales según el Instituto Mexicano de Seguro Social (IMSS); mientras tanto, las indicaciones para el no contagio de las autoridades gubernamentales son a través de “Detentes” y debatiendo que el uso del “cubrebocas no era necesario”; además de la tan citada frase: “La curva de contagio se está aplanando”, que quería decir que se estaba dominando la pandemia; pero los datos decían todo lo contrario, para noviembre del 2020 México superaría el millón de infectados por COVID-19 y llegaba a cien mil muertes, mostrándonos como cuarto país a nivel mundial por  víctimas por este virus solo detrás de Estados Unidos, Brasil e India, exhibiéndonos ante el mundo por la falta de capacidad de control. Para febrero de 2021, superamos los dos millones de infectados; al día de hoy tenemos tristemente poco más de 198 mil muertes registradas oficiales, a esto añádele las no oficiales.

A un año de la pandemia, México dejó de tener miedo a las cifras de fallecimientos, al desabasto de medicamentos, a la falta de seguridad, a la falta de empleo; dejamos de tener miedo y salimos a la calle a tratar de continuar con una vida lo más “normal” que se pueda a consecuencia de la necesidad que cada hogar tiene, que en la mayoría de ellas es llevar un sustento a la mesa. Hoy las autoridades nos muestran una “esperanza” transformada en vacuna, una vacuna con sabor electoral, una vacuna con olor a votos, una vacuna anhelada por nuestros adultos mayores y lejana a la vez por la juventud de México; sin embargo, no importa el fin mezquino con que se desarrolle el plan de vacunación, al final lo que realmente nos debe interesar es la salud de las y los mexicanos. Al final de cuentas saldremos adelante como siempre lo hemos hecho, con actitud, coraje y valentía, porque ese es México, mi México, tu México.

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