Por Quetzal Herrera

Un rubro del que poco se ha hablado y que deberá ir incluso antes de cualquier acción en materia económica, es en relación a la urgente necesidad de invertir en estrategias de atención a la salud mental, pues de acuerdo a un estudio dado a conocer por la Organización Mundial de la Salud (OMS), existen países donde trastornos como la depresión y la ansiedad se han triplicado durante esta pandemia por el Coronavirus en algunos países, principalmente ocasionados por el encierro, el miedo a ser contagiados y la pérdida de familiares cercanos, lo que se traduce en distintos comportamientos sociales, incluso de este tipo de análisis se pudieran estar desprendiendo el nivel de movilidad social que se ha dado sobre todo en nuestro estado en los últimos días.

El hecho de tratar a fondo la salud mental previo a los esquemas de reactivación económica tendrían una secuencia lógica si hablamos de la necesidad de que cada quien estemos bien en lo interior para desarrollar las habilidades que quizá hemos ido perdiendo derivado de la emergencia, y no podríamos lograrlo en nuestras relaciones laborales sin ser capaces de controlar nuestras conductas, es decir, para lograr regresar a las “normalidad” lo más pronto posible debemos también considerar que hemos cambiado como personas en cuanto a nuestras destrezas y actitudes, y eso conllevaría a una reacción en cadena que sería proporcional al tiempo que necesitemos para tomar las “riendas de nuestro control”.

Los grupos más vulnerables en padecer estos trastornos, de acuerdo a dicho estudio de la OMS, serían en primer término los trabajadores de la salud, pues manifestaron incrementos considerables en dichos trastornos, además de insomnio; de igual forma los niños también muestran cierta irritabilidad, inquietud y nerviosismo, lo que dificulta el hecho de poder concentrarse para desarrollar sus tareas escolares, donde se le agrega también la falta de actitud para desarrollar alguna actividad física. Otro sector que arrojó este análisis fueron las mujeres que tienen que compatibilizar las actividades académicas de sus hijos, con su trabajo y las labores propias del hogar, acciones nada sencillas y que de alguna u otra forma se traducen en comportamientos poco usuales.

Estas serían quizá los principales sectores de la población, pero creo que las acciones en materia de salud mental deben ser generalizadas, aquí hemos expresado el hecho de que los institutos de salud mental estatal, municipal y el de la familia, llevan a cabo terapias a distancia para este tipo de trastornos y los que se desprendan de esta pandemia, pero seguramente se deberá desdoblar un programa más ambicioso por parte de los tres niveles de Gobierno para que especialistas en materia de salud mental estén cerca de las miles de familias que van a requerir tratamientos; se necesita destinar recursos a la implementación quizá de líneas telefónicas, consultorios virtuales y físicos para durante y después de la emergencia los expertos sean la “tablita de salvación” para lo que está por venir en situaciones más extremas en los próximos meses.

Tenemos que buscar todos, unidos, la cohesión social, porque debemos ser claros en que nada será igual antes y después del Coronavirus, la convivencia social tardará años en volverse algo natural en nuestras vidas, pero sí necesitamos que quienes tiene el poder de hacer que las cosas se hagan realidad, tengan la disposición, porque la situación económica de muchas familias no dará para pagar una terapia, por lo que los gobiernos deberán ser facilitadores en este sentido; es por el bien de México.

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