Por: Quetzal Herrera

Este domingo, El Pentágono dio a conocer que tras un operativo planeado, durante varios meses, lograron acorralar al líder del Estado Islámico, Abu Bakr al-Bagdadi, quien desde el 2014 comenzó a tomar gran parte del territorio de Siria, mismo que comenzó a extenderse por Irak, obteniendo como resultado que al verse ya sin salida al interior de una cueva, hiciera explotar un artefacto explosivo que terminó con su vida, lo que ha significado para el propio Presidente de Estados Unidos, Donald Trump, una de las victorias más importantes considerando el objetivo de terminar con estas prácticas terroristas a nivel mundial, pues este grupo Islámico sometió a alrededor de 12 millones de ciudadanos de aquella región a un califato en el cual no tenían ningún tipo de libertad, imponiendo sus propias reglas de orden bajo la ideología de Mahoma, y a través de ésta, cobrar impuestos y ejecutar por tan solo el hecho de tener un televisor en casa; o al grado que ningún periodista podía entrar a su territorio, pues de hacerlo no saldría con vida.

Ese es el grado de horror que generaba el Estado Islámico, por ello su ya extinto líder era uno de los principales objetivos del Gobierno estadunidense, pues de entrada el propósito era dejar de manifiesto que el país más poderoso del mundo, junto a sus aliados, no están dispuestos a negociar con el terrorismo, y como era de esperarse el mandatario de nuestro vecino país del norte comienza ya a sacarle jugo político a esta derrota casi consumada de la secta terrorista, máxime cuando ya perfila su candidatura para la reelección el próximo año. La duda es si este tipo de acciones estratégicas le ayudarán en ese objetivo; me parece que sí, y de manera inteligente debe potenciar este logro lo más que se pueda, pues sin duda llega en un buen momento electoral para su imagen, cada vez más desgastada entre los estadunidenses, y de lograr posicionarse a nivel mundial como un líder político, la reelección estaría cada vez más cercana.

Esta acción militar pudiera llegar a considerarse similar a lo ocurrido en el mes de mayo del 2011, cuando el entonces presidente de Estados Unidos, Barack Obama, anunció que un grupo élite de las fuerzas armadas de ese país habían abatido al líder terrorista Osama Bin Laden. Algo muy similar a lo que ocurre actualmente, pues en ese entonces el proceso electoral en el que buscaría la reelección sería en noviembre del 2012, para asumir de nuevo en enero del 2013, por ello el equipo político del mandatario supo explotar en su momento la ejecución del principal enemigo del Gobierno norteamericano, que desde luego no fue el único elemento de su victoria en los comicios para reelegirse, pero sin duda ayudaron en la estrategia. Y ahora algo similar debe ocurrir con Donald Trump, pues la comunidad internacional hablará de esta victoria por los próximos meses, y de no caer en “ocurrencias” en su manera de gobernar, podrá estar llegando a noviembre del 2020 con una importante fuerza electoral al interior de su país, y el respaldo de líderes de otros países a nivel mundial.

De perfilarse esta reelección de Donald Trump, sin duda México deberá tener ya considerado este escenario que quizá muchos veíamos lejano; trabajo que le corresponderá de entrada al canciller Marcelo Ebrard, quien deberá mantener “a salvo” las relaciones bilaterales que en este momento están sostenidas con alfileres, pues dependemos del estado de ánimo con el que despierte “el vecino”. Ojalá se mantenga el dialogo los próximos años.

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