LA PALABRA DEL GIOCONDO… El traje del emperador
Alejandro Flores de la Parra
A 205 días del inicio del Gobierno de Andrés Manuel López Obrador, el futuro de la economía se ve incierto. Calificadoras internacionales como Barclays, advierten sobre una desaceleración mayor a lo que se tenía previsto. Normalmente, para que una economía sea identificada en recesión, el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) debe ser negativo de forma consecutiva durante tres trimestres. Cuando esto sucede, normalmente la recesión ya va de salida, es decir, después que es diagnosticada, los siguientes trimestres empieza a retomar el rumbo.
Lo que preocupa es la actitud que tiene el Gobierno federal respecto estos análisis que las empresas calificadoras hacen sobre nuestra economía, ya que según sus predicciones, se perfila para ser el de peor desempeño económico para México desde la recesión de 2009.
No se trata de crear pánico ni de atentar contra la estabilidad económica haciendo más escándalo, pero que nuestro Gobierno, aquel que prometió hacer las cosas distintas y no caer en las viejas prácticas políticas de los Gobiernos que le anteceden, esté maquillando cifras para simular una mejora en la generación de empleo, como pretendió hacerlo Zoé Robledo Aburto, titular del IMSS, nos deja con muy poca confianza. En mayo 2019 se generó un 88 por ciento menos empleo respecto al mismo mes en 2018. Esto no quiere decir que no haya crecimiento, pero nos habla de una desaceleración en generación de empleo que deriva de una desaceleración productiva y, por lo tanto, económica.
Sin entrar en tantos tecnicismos económicos, lo que llama la atención es que el Gobierno federal, en cada tema que se presenta, quiera tapar el sol con un dedo. Ahora el sargazo en las playas de Quintana Roo, según el Presidente, no es grave, es un asunto menor. Aseguran él y su secretario de Marina que se cuentan con 52 millones de pesos, aportados por la SHCP y Sectur para atender la contingencia. Vaya, pues, parece que tenemos solución para todo, pero no tomamos, como país, acciones inmediatas para evitar los estragos económicos que provoca que los turistas decidan vacacionar en otros destinos, como en muchos otros asuntos. Es como dejar que el agua se nos meta a la casa por la lluvia para empezar a sacarla con cubetas, en lugar de limpiar y mantener limpias las alcantarillas y evitar inundaciones.
Improvisación, acciones emergentes y una aparente calma y control se imponen a una planeación y proyección que realmente mantuviera tranquilos a todos los sectores. Parece que ya saben qué van a hacer en todo, pero no se lo dicen a nadie. Hasta que nos dieron el golpe nos echan «aguas».
A eso, le aunamos la manera de endosar al «pueblo bueno» la responsabilidad que le fue conferida el año pasado. Nadie votó por tener que decidir todo en encuestas populares y a mano alzada. Una cosa es el presupuesto participativo y otra, muy distinta, es no tener plan de acción e ir improvisando conforme pasan los días.
Esperemos que ya dejen de decirnos lo bello que es el traje del emperador y nos tilden de tontos por no verle colores ni formas y empiecen a trabajar con rumbo y estrategia clara y concisa, que de cuentos ya estamos hartos.
Twitter: @AlejandroFdelaP