Por: Ernesto Escobosa

Durante prácticamente todo el Siglo XX la vida de las mujeres afganas era muy similar a la de las mujeres occidentales, la transición de las prácticas tradicionales en las que estaban excluidas de la sociedad fue gradual pero constante, pudieron participar en la academia y se integraron a las actividades económicas, en la Constitución de 1964 se les otorgó el derecho al voto, circunstancia que estuvo vigente hasta finales de los 70’s en que inició la ocupación soviética. En los 80’s y 90’s las guerras civiles entre el gobierno y los grupos rebeldes después de la salida de los soviéticos propició un mayor deterioro de sus derechos, los ropajes tradicionales y el burka que cubre todo el rostro volvieron a estar vigentes y ellas, de nueva cuenta fueron confinadas a sus casas y perdieron todos sus derechos ciudadanos, regresando a su antiguo estatus de inferioridad y vulnerabilidad.

De 1996 a 2001, durante el régimen talibán, establecieron su Ley Sharía, una visión del Islam radical y fundamentalista que conceptuaba a las mujeres prácticamente como animales, sin derechos y sin capacidad de decidir siquiera sobre sus propias vidas, esta regresión de varios siglos las ponía bajo la tutela de sus familias y de sus esposos después de contraer matrimonio. Las leyes talibanas son sumamente crueles e irracionales con las mujeres, por ejemplo, una mujer por el simple hecho de ser acusada de adulterio, sin necesidad de juicio, era lapidada hasta la muerte, aquellas que se pintaban la uñas eran castigadas con la amputación de sus dedos, aquellas que pretendían estudiar eran golpeadas con palos hasta quedar inconscientes o morir.

El rol que jugó Estados Unidos de 2001 a la fecha, desde la invasión hasta la evacuación, ha sido criminal, tomaron el control del país y sus recursos con el pretexto de perseguir y enfrentar al pequeño grupo de extremistas denominado Al Qaeda que realizaron los ataques aéreos a las Torres Gemelas y el Pentágono, después vendría la invasión a Iraq, la intervención en Egipto, Siria, Yemen y en Libia; aprovecharon para desestabilizar y derrocar a regímenes que consideraban hostiles, tanto en medio oriente como en el norte de África.

La intervención de Estados Unidos y la OTAN, no solo cambió los equilibrios geopolíticos internacionales, sino que destruyeron las economías y las correlaciones sociales en todos esos países, en el caso de Afganistán, durante la ocupación, las agencias estadounidenses y sus contratistas lucraron con todo, desde la producción de opio, hasta la explotación de petróleo, gas natural y por supuesto también con la extracción de piedras preciosas y la explotación del Litio, un metal que en los últimos años ha quintuplicado su valor, que se utiliza en la industria electrónica y el cual abunda en ese país más que en ninguna otra parte del mundo.

Afganistán no solo fue abandonado por Estados Unidos, la OTAN y su propio ejército, sino también por la ONU y la comunidad internacional, dejó de ser económica y geopolíticamente rentable su ocupación, una cosa es que muchos gobiernos estén recibiendo a los pocos afganos que lograron salir del país en calidad de refugiados y otra muy distinta es la indiferencia y el silencio respecto a la anterior realidad que millones de personas volvieron a vivir en menos de una semana en la que el ejército de ocupación les regresó el control a los fanáticos talibanes. Los libertadores terminaron convirtiéndose en verdugos, así es el juego de los intereses económicos y geopolíticos en el que lo menos valioso siguen siendo los Derechos Humanos, el bienestar y la dignidad de las personas.

Twitter: @ernestoescobosa