La última lección
Por: Iván Ramírez M.
Por segunda ocasión estoy viendo una serie norteamericana llamada “Los años maravillosos”. Un programa trasmitido en México aproximadamente a principios de los 90’s y cuyos personajes se sitúan en los 60’s y 70’s. Una bonita, divertida y reflexiva historia la cual te deja un agradable sabor nostálgico.
Hay una escena donde el padre de uno de los personajes principales quien, indiscutiblemente ama a sus hijos, toma la decisión de darle una reprimenda a uno de ellos basada en golpes, no se ve, pero se menciona.
En otro capítulo vemos a un maestro de secundaria colocando sus manos en los hombros de una alumna para felicitarla por sus buenas calificaciones o una maestra dándole un raid a uno de sus alumnos adolescentes, estando sólo ellos dos en el vehículo.
Vemos una madre dedicada al hogar, esposo e hijos, haciéndoles de comer, lavando sus ropas y normalmente respetando y sin contradecir lo que el papá dice, aunque visiblemente ella no esté de acuerdo.
En las diversas escenas son contadas las personas afroamericanas que aparecen, casi podríamos hablar de una persona de color por cada cien de las llamadas blancas, misma proporción la podemos aplicar a personas latinas u orientales.
Podemos ver a un maestro proyectándoles en una pantalla a sus jóvenes alumnos imágenes de tragedias humanas o catástrofes naturales.
Sea el tiempo en el que hicieron la serie (80’s- 90’s) o la época en que sitúan la historia (60’s-70’s). Si la calificáramos con los criterios sociales actuales, este programa podría estar lleno de misoginia, discriminación, machismo, acoso sexual, maltrato infantil o cosas por las cuales ya habría algún tipo de manifestación. A pesar de esto a la mayoría de quienes la vimos y vemos nos dejó(a) una agradable sensación.
En la lucha de buscar equidad, equilibrios o respeto, nuestra sociedad empieza a volverse obsesiva casi maniática con un orden externo que no concuerda con lo que cada uno trae dentro. Somos como calcetines y calzones vivientes exigiendo ser acomodados en el mismo mueble y el mismo cajón pero pidiendo a la vez ser separados por colores y texturas.
Se supone que ahora vivimos en una sociedad más civilizada y moderna, pero al parecer más insatisfecha. No es que los tiempos pasados fueran mejores o más sencillos, para nada. Siempre ha existido la vanidad, envidia, ambición, manipulación, los abusos, la lucha por salir adelante.
Pero hoy somos un barril sin fondo de bienes materiales o emociones y con una solidaridad de papel de china. Buscamos ser aceptados por quienes también buscan ser aceptados en otro lado, no importa el nivel socioeconómico que tengamos, la inseguridad humana es casi universal. Así que ¡relax! seamos más como somos, sin filtros y con más sentido común.
Pasamos la mayor parte del tiempo en un mundo digital, artificial o en las proyecciones mentales; hemos dejado de quitarnos los zapatos para sentir el pasto y en lugar del respirar el viento respiramos aire. Queremos encajar en el mundo de los demás, tener lo que el otro tiene y el que lo tiene quiere algo que nosotros tenemos.
Al final lo lograremos, la igualdad llegará y estaremos en armonía con todos y con todo, pues nos volveremos polvo por igual. Tal vez entonces habremos aprendido, aunque tarde, la lección que día con día nos restregaba la vida.
Twitter: @ivanramirezdgo