Ni hablar…
Por: Juan Alberto Esquivel y Cebrián
Honor a quien honor merece y el señor López merece un cumplido reconocimiento pues es todo un maestro en eso de manipular la atención pública para distraerla de lo importante y enredarla en frivolidades.
Ahora trae como eje distractor, entre otros temas, la «consulta popular» para el «enjuiciamiento» a los presidentes que estuvieron en funciones desde que inició su campaña electoral para lograr la chamba que ahora tiene.
Para nadie es un secreto que con algunos de ellos tiene rencillas personales porque resultaron más hábiles que él en eso de conseguir votos favorables (y para su ansia de poder, éste es un asunto totalmente imperdonable).
Con otros, como Salinas de Gortari, el conflicto es porque él si transformó al país de tal manera que cambió el rumbo de la historia nacional y lo hizo con pleno conocimiento y respeto a las leyes y las instituciones.
Pero independientemente de las razones muy personales del señor López, la cuestión en esta «consulta» es que carece totalmente de sentido, pues si hay causales de delito -y no dudo que las haya-, corresponde a la fiscalía investigarlas, valorar si los posibles delitos no han prescrito y entregar a los presuntos culpables ante un juez, sin necesidad de gastar millones de pesos para preguntar a la ciudadanía si está bien que la fiscalía haga su trabajo.
En realidad, lo que el señor López busca es polarizar a la opinión pública y distraerla para que no se enfoque en las grandes deficiencias de su Gobierno como, por ejemplo, el manejo ya no pésimo sino hasta criminal de la pandemia (México está, a nivel mundial, en el lugar 15 en número de infectados pero en el cuarto lugar en defunciones y el primero en muertes dentro del personal de salud; esto es, el índice de mortalidad es muy superior al de cualquier otro país) o su anuncio de que transferirá al IMSS la administración de muchos hospitales manejados por la Secretaría de Salud lo que es un reconocimiento tácito de la ineficiencia del INSABI, esa dependencia que inventó para «corregir» las deficiencias del Seguro Popular y que, en realidad, sólo las ha incrementado.
O el crecimiento desmesurado del crimen organizado que se traduce en una inseguridad muy superior a la registrada en sexenios anteriores. Por ejemplo, en lo que va de éste, se contabilizan más asesinatos que los registrados durante todo el periodo de Calderón o el de Peña Nieto. También, la violencia mortal que distinguió a la pasada temporada electoral fue muy superior -y con mucho- en saña y víctimas, a cualquier otra campaña anterior y si, como se sabe, mucho de esta violencia proviene del crimen organizado para amedrentar a candidatos y ciudadanos, no es difícil comprender su intervención en el actual y futuro Gobierno de muchas regiones, a pesar del esfuerzo del ejército, la marina, la guardia nacional y las policías estatales y municipales para frenarlo.
O el muy publicitado «combate a la corrupción» que desapareció a muchas instituciones de apoyo a la ciencia, el arte, la seguridad y protección social, ha provocado desabasto de medicinas y ha congelado muchos capitales privados pero que sólo tiene en la cárcel a una adversaria política del señor López y, en cambio, otorga casi el 80 por ciento de la obra pública por asignación directa (a los cuates, pues).
Y mejor ni hablamos del aumento lento pero sostenido del costo de la canasta básica.
Pero, como digo al principio de este artículo, hay que reconocer la inventiva del habitante del palacio nacional para enredarnos en discusiones estériles pues además del «juicio» a los expresidentes, se inventó el ataque a las clases medias y, por intermedio de su fiel vocero no oficial, López Gattel, la denuncia como «golpistas» a las madres y padres de niños con cáncer.
Tal parece que, en su delirio mesiánico, el señor López cree que los mexicanos somos niños que se conforman con que les den atole con el dedo pero, creo, está muy equivocado.
¿O tú que opinas, paciente lector?